Tengo un dilema existencial. Os cuento: mi hija mayor últimamente quiere por las tardes escuchar los cuentos de Disney que, cuando estaba embarazada recopilé. Por las mañanas ya sabe que en el coche se escuchan las noticias, que si no llegamos a las 9 de la noche y no me he enterado de nada, así que eso no es negociable. Pero por la tarde, cuando volvemos en el coche, hemos llegado a la entente cordiale de escuchar los audiocuentos.
La verdad es que cuando yo era pequeña me encantaban los cuentos de Disney, o lo que vienen a ser los cuentos de hadas de toda la vida, que para el caso que nos ocupa es lo mismo. El caso es que oyéndolos con la mentalidad de una adulta ¡¡¡no me gustan nada!!!!
Me pongo mala. Y como ejemplo pongo los dos últimos que hemos escuchado: Cenicienta y Blancanieves.
Cenicienta me ataca los nervios porque ¡no se puede ser más moñas! El concepto «lacia» no se acerca siquiera a definirla ¡pero si parece que le falta sangre en las venas! No la dejan vivir, y la tía ahí, aguantando mecha, con una sonrisa y venga a cantar. No me extraña que vea al príncipe y se enamore de él en ¡¡¡medio segundo!!! … eso lo que son es ganas de irse de casa y lo demás tonterías, a mí que no me lo vendan como amor porque ¡¡¡norrrrrrr!!! Y el otro se enamora como un bobo en otro medio segundo ¡¡¡porque está buena!!! Que sí, que interiormente será muy bella y lo que queráis, pero se queda lelo porque es guapa. A las hermanastras ni las mira, porque son como un callo. Porque además ¿por qué todas las buenas tienen que ser guapas y viceversa????
Pero lo de Blancanieves… me supera. Básicamente porque cuando oigo a Gruñón diciendo que las mujeres son veneno (tal cual) se me hincha la vena. A ver… que Blancanieves no se queda con los enanos porque tengan buen corazón y quieran salvarla de la Madrastra ¡no! Se queda porque sabe cocinar, planchar, y limpiar. Es decir, como chacha. ¡Jo, qué majos! ¡Buena gente, es lo que son!
No me gusta NADA la imagen que dan de las mujeres. O somos guapas pero tontas, o somos unas sumisas, o somos unos panes sin sal. O sea, nada de lo que quiero que aspire a ser mi hija. Y me da pena que piensa que va a ver a un chico, se va a enamorar en cero coma y va a salir todo fenomenal en dos minutos. Que la vida no es así.
Por un lado pienso en prohibírselos… pero no me parece justo. Al fin y al cabo, yo también fui niña Disney y aquí estamos, sobrevivimos y la vida nos demostró lo que era de verdad. Y sin demasiados traumas. Y por otro, lo que pienso es en modificarlos para que se ajusten a lo que de verdad me gusta. ¡Pero odio tanto el «politicamentecorrectismo»! Esto de modificar las cosas a nuestro antojo es algo que no me gusta nada de nada. Al final se desvirtúan y acaban siendo un remedo de lo que fueron. No sé.
Así que me temo que voy a tener que aguantarme y a tratar de ponerle otros cuentos que me gustan más. Pero mientras tanto seguiremos con la vena hinchada cada vez que oigo a Gruñón… ya le iba a enseñar yo lo que valía un peine…
Una respuesta a «Los cuentos de hadas ¿los permito o no?»
[…] me he levantado con ganas de ser políticamente incorrecta. No me pasa muchas veces porque ya sabéis que yo huyo de los malos rollos a toda prisa, pero hoy […]