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Maternidad

De las expectativas y el sentimiento de culpa

Este mes os hablé de una extraña experiencia que tuve cuando fui a visitar a una amiga recién parida. Decía que le costó mucho entender la sensación de no enamorarse de su bebé, y sobre todo la frialdad con la que me dio la sensación de que lo contaban, a unos completos desconocidos y que no conocían su contexto.

Una lectora del blog me escribió para contarme que ella había entendido perfectamente lo que esas personas decían porque a ella le había sucedido algo parecido. Tras un parto horrible, le arrebataron a su hija y después le fue muy difícil establecer el vínculo con ella. Fue gracias a su vínculo con su marido, que no se imaginaba lo que estaba pasando y al tiempo que pudo sobreponerse a ello.

culpa

Como le dije a esta lectora, en su caso, cuando me contó su historia, no me fue difícil ponerme en su lugar y entenderla, lo que no me pasó la primera vez. Creo que en estas cosas es importante conocer el contexto en el que suceden las cosas. Esto es como todo. Emitir juicios sobre las cosas en frío, en abstracto, resulta muy sencillo. Vemos a la madre que le pega un grito a su hijo en el supermercado y podemos pensar «jo, vaya manera de tratar a su hijo». Pero si luego nos enteramos de que esa madre resulta que no pega ojo porque su hijo duerme fatal, que está irritable, que el niño lleva un buen rato dando por saco, cogiéndolo todo y no atendiendo a razones igual tal vez no la juzguemos tan duramente. Sí, vale, estoy de acuerdo.

Somos adultos, y tenemos que aprender a controlar nuestra ira buscando mecanismos más efectivos que chillarles a los niños, lo que no conduce a ningún sitio. Pero también somos humanos y a veces hay cosas que nos superan. No trato de justificarlo, no me malinterpretéis. Es simplemente que las cosas en su contexto son siempre más sencillas de entender, siempre podemos ponernos en el lugar del otro con más facilidad. ¿Quién no ha tenido un momento de estos en los que nuestro comportamiento parece ir en la dirección contraria a lo que pensamos? Yo desde luego, muchos.

Pero sin duda, el caso de esta lectora me dio que pensar. Por un lado, pensé en cuán terrible tiene que ser la depresión postparto. Tiene que ser terrible lo que tiene que sentir una madre en una circunstancia como esa. Una amiga me contaba como su hermana gemela sufrió una cuando dio a luz a su hija. Le costó muchísimo superarla, pero yo la conocí después (nuestras hijas son amigas) y nadie lo diría actualmente. Pero eso está ahí. Y tuvo que ser durísimo. No soy una experta, ni mucho menos en el tema. Es más, es un tema que por carácter siento muy lejano, pero en lo que pienso en que lo más difícil tiene que ser ASUMIR que se tiene. Me imagino que se tiene que pasar francamente mal y cuando estás pasándolo tan mal, tomar perspectiva tiene que ser lo más complicado. Darse cuenta de que se necesita pedir ayuda. Como todo en esta vida, cuando algo es difícil y complejo, suele ayudar apoyarnos en gente querida o en especialistas, o incluso en las dos mejor aún. Pero asumir que se necesita ayuda es el primer paso para curarse. Si os pasa, por favor, confiad en las personas que os quieren. Los males compartidos siempre son más fáciles.

Una experiencia traumática en el parto puede sin duda desencadenar una profunda depresión. A veces hablamos de las experiencias en el parto demasiado a la ligera. Vivir un parto dramático puede dejarnos profundamente tocadas. Por eso recomendaría sitios como El parto es nuestro en el que nos ayudarán a recuperarnos de las heridas no tanto físicas sino emocionales. A veces la depresión viene de la mano de niños complicados, duros, que no nos ponen las cosas fáciles. Y otras veces, es una simple cuestión de hormonas, sin más causa aparente que eso. Nadie estamos libres de ello. Es cierto que yo lo siento lejos, pero esto es completamente ficticio: me podía haber pasado perfectamente. También es verdad que hay ciertos carácteres más tendentes a ellos, pero señores, le puede pasar a cualquiera.

Creo que contribuye también el hecho de que las expectativas que solemos tener las mujeres son muy altas. No sé porqué, pero las mujeres nos solemos montar unas películas tremendas en nuestra vida. Nos imaginamos la boda la boda perfecta, con el hombre perfecto, el parto perfecto, el hijo perfecto, ser felices y comer perdices. Y a veces la vida nos da sorpresas agradables, pero otras veces la realidad no está a la altura de nuestros sueños. No porque sea mala, simplemente porque no es lo que nosotros esperamos. El cine a veces hace mucho daño… la realidad no es cine. No es ficción. Tiene sus más, sus menos, sus giros inesperados. Suele ser mucho menos emocionante que lo que nos imaginamos y cuando ocurren momentos especiales no suena una música que nos pone a tono. Es simplemente… la vida.

Yo no creo que esperar con ilusión algunas cosas sea malo. Qué sería de la vida sin ilusiones, sin esperanzas. No creo que debamos renunciar a ello, a soñar, a imaginar. Pero sí que debemos estar preparados para los giros inesperados y para disfrutar de cualquier cosa que se escape de nuestro control. No pasa nada porque las cosas no sucedan como lo hemos planeado… porque pasará. Quizás no con una cosa, quizás no con otra, pero es imposible tenerlo todo bajo control. Debemos aprender a adaptarnos a los cambios del destino, adaptarnos lo antes posible a lo que nos toca vivir. Es nuestra realidad, la nuestra, la de nadie más, y de sabios es saber sacar partido a lo que tenemos, no a lo que imaginamos. A veces es difícil, claro que sí ¡Nadie dijo que fuera a ser un camino de rosas! Pero así es la vida… enfrentarnos a dificultades y superarlas. Disfrutar de lo que imaginamos y también de lo que tenemos.

A veces las mujeres somos nuestros peores enemigos. Yo creo en el género femenino. Creo que somos capaces de hacer grandes cosas y que no tenemos absolutamente ninguna razón para sentirnos inferiores a los hombres. Una de nuestras mayores virtudes es a la vez uno de nuestros mayores defectos: en general, creo que le ponemos mucha pasión a todo lo que hacemos. Cuando estamos centradas en el trabajo, nos preocupa hacer las cosas bien. Creo que tenemos mucho amor propio y no nos conformamos con hacer las cosas a medias. Y en muchos casos, cuando nos convertimos en madres, nuestras prioridades cambian. Nos conformamos con ser madres sin más. Nuestros hijos son nuestra mejor obra, y queremos ser las mejores madres del planeta.

acusación. Culpa

Y sí, tenemos muchas ganas de hacerlo bien, pero somos personas y como tales, a veces nos sale bien y otras veces no. No siempre estamos a la altura lo que esperábamos ser, de las madres en las que queríamos convertirnos. A veces la cagamos. ¡Y de qué manera!. No estar a la altura de nuestras expectativas puede generarnos mucha ansiedad. Y lo que sin lugar a dudas nos genera es un impresionante sentimiento de culpa. No conozco madre que no se haya sentido culpable. Culpable por no estar lo suficiente con sus hijos, culpable por no tratarlos como te gustaría, culpable por que no coman, culpable porque no crezcan lo que se supone que deberían crecer, culpable por lo que sea. Por una cosa o por otra, a todas nos pasa.

¡Ya está bien! Asumamos que no tenemos porqué ser perfectas. Asumamos que no va a pasar: no vamos a ser una madre diez, según nuestro propio criterio nunca. A veces seremos una madre 9,5 y otras veces que estemos menos inspiradas seremos una madre 6. Pero no creo que ninguna de nosotras no lo hagamos lo mejor que sabemos. Unas veces acertaremos y otras veces no, y muchas veces funcionaremos por el método prueba error. Pero así es la vida…

Es importante aspirar a la excelencia, pero no podemos dejar que esto nos afecte hasta el punto de bloquearnos. Está bien pensar en ser lo mejor posible, pero tenemos que tener claro que unas veces nos saldrá y otras no. Y no culparnos. Vivir con un permanente sentimiento de culpa no nos ayuda en absoluto, sino que nos lastra y nos impide desarrollarnos como personas y como madres. Debemos vivir el presente y aprender de nuestros errores. Toda la vida es un camino de aprendizaje y así debemos verlo.

No nos culpemos. Y no juzguemos duramente a otras personas. Nunca se sabe por lo que pueden estar pasando. Ayudar a los otros siempre es mucha mejor opción.

Foto: Peso de la culpa vía Shutterstock / acusación

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.