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Codorníu: Una experiencia para los sentidos

Por alguna extraña razón, tengo fama entre mis amigas de que me toca todo. Hombre, parte de la culpa de que me toquen muchas cosas es que participo. Lotería ya veréis que no me toca porque no compro (soy capaz de llegar al sorteo de Navidad sin haber gastado ni un céntimo tranquilamente) pero concursos y estas cosas sí porque si me interesa si que participo. Tengo un buen radar para saber dónde va a haber poca participación y echar el resto (como me pasó con el concurso de Instax) y por eso suelo ganar. Pero si os soy sincera nunca creí que fuese a ser la ganadora del concurso #brindopor que organizó Anna de Codorníu en la Fiesta de las Malasmadres. El premio consistía en un viaje a las cavas de Codorníu en Sant Sadurní d’Anoia con un acompañante. Como el premio lo gané ex-aquo con mi amiga Marta, una mamá diseñadora que iba a llevar a Raquel de Petit-On pensé que estaría genial acompañarme de Violeta Rodríguez. Ella estaba conmigo cuando hice la foto ganadora y es un gusto estar con ella siempre así que ¡qué diablos!

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A mí no me gusta dármelas de cosas que no. Y yo soy prácticamente abstemia, no por nada sino porque las bebidas alcohólicas no me gustan demasiado. Pero trabajé durante tres años en una cervecera familiar y una de las cosas que hacía era enseñar la fábrica a los visitantes. Para mí la visita a Codorníu ha sido una experiencia maravillosa para los sentidos. Para todos ellos.

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Sólo el llegar a Sant Sadurni fue una auténtica delicia para la vista. El día era lo siguiente a caluroso pero el sol lucía en lo alto y la luz lo invadía todo. Mis amigas, que tienen una mano estupenda para la fotografía decían que era malísima para sacarlo todo bonito pero yo digo ¡menos mal! ¡Si llega a ser buena la luz alucino! Me encantan las fotos de Violeta, son sencillamente espectaculares.

Era todo como de cuento. Las viñas verdes en los alrededores, los edificios modernistas que se alzaban en la propiedad… todo era de una belleza espectacular. Las cavas de Codorníu se pueden visitar (consulta cómo aquí) y es algo que os recomiendo vivamente especialmente si vais con niños porque es una pasada de visita.

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El tacto del lugar es alucinante. Imaginad estos edificios modernistas, en uso hasta no hace tanto tiempo. El tacto de la piedra, del ladrillo, las botellas antiquísimas y llenas de polvo reposando en las cavas a muchos metros de profundidad bajo la tierra. El silencio de las mismas, el olor a humedad… la verdad es que es toda una experiencia.

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Decía que para los niños es maravilloso porque las cavas se visitan en un trenecito que va a toda velocidad por sus pasillos laberínticos. ¡Es toda una experiencia! En el exterior se utiliza otro tren o existe la posibilidad de alquilar unas bicicletas eléctricas e ir a pasar una mañana por las viñas y todo el conjunto.

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Para mí una de las cosas más especiales de la visita es el AMOR que transmiten las personas que te acompañan. Esteve, nuestro guía, María Vidal, la directora de comunicación de Grupo Codorníu y Xavier Nolla, sommelier y brand ambassador de la marca no hicieron otra cosa que comunicar pasión por su trabajo. Como nos dijo Esteve, el cava no se fabrica, se elabora y nada es casual. Esto me hizo acordarme de cuando yo hacía las visitas a fábrica, lo bonito que es enseñar y poner en valor el trabajo de un montón de gente. La verdad es que me entró la añoranza, no os lo voy a negar. Disfruté de cada instante. De lo bonito que era, de los olores, de los sabores, de la vista, de las sensaciones, del calor … y no me refiero al del clima (que aunque hubiese corrido un poco más el aire no hubiese pasado nada) sino del caluroso recibimiento que nos hicieron todos.

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Acabamos la visita con una cata. Os reconoceré que yo tenía bastante respeto a esto porque al apenas consumir vino (ni del espumoso ni del normal) no tengo un archivo mental con olores y con sabores. Pero sorprendentemente lo disfruté mucho. Será el buen hacer de Xavier Nolla que nos hizo sentirnos comodísimas y sin miedo a meter la pata 🙂

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Probamos seis vinos diferentes. Estos son mis preferidos. Frizz 5.5. Verdejo Codornew. Un vino pensado para los que como yo no son consumidores de vino y quieren iniciarse. Existe un albariño para quienes preferís este tipo de productos menos dulces, pero precisamente del verdejo lo que me gustó a mí fue que no era difícil de beber. Viñas de Anna es el primer vino no espumoso de Codorníu y está espectacular. Hasta para mí, que no me gusta el vino así como concepto. Buenísimo y con un diseño maravilloso. La botella es una pasada, muy mediterránea. El último es el Cava Brut Reserva Reina María Cristina. No tengo palabras para definir lo bueno que está. Podría deciros que tenía retrogusto a unicornio (por decir), pero yo que soy bastante prosaica para estas cosas me quedo con que estaba es-pec-ta-cu-lar.

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Gracias a Codorníu, a María, a Xavi, a Esteve, a Clara por hacer de nuestro día EL día. Con gente como vosotros, al fin del mundo. #brindopor ello.

Todas las fotos pertenecen a Violeta Rodríguez, especialista en fotos de bebés (aunque ya veis lo bien que se le dan otras cosas también). Con la foto de las uvas hicimos un bolso precioso que podéis ver aquí.

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

8 respuestas a «Codorníu: Una experiencia para los sentidos»

La visita tiene una pinta estupenda. El único pero es la cata, que a mí no me gusta ni el vino ni el cava, pero nada nada. Aunque solo por ver todo lo demás, seguro que vale la pena 🙂
Un besazo

Creo que les voy a enviar este post a mis padres para que lo lean y así se enteren de lo qu hizo su hija en Barcelona…
Qué bien escribes amiga, yo soy feliz de hacer tandem contigo y seguirte al fin del mundo si hace falta.
Ya no se que más puedo decirte que no te haya dicho ya, que te quiero un montón tia.
¡¡Un besazo!!

Pues por hacer planes por aquí sin consultar seguro que te quedaste sin ir a la fábrica de chocolate de Simón Coll, que también vale mucho la pena: la visita y la cata 😉
Dicen que Sant Sadurní d’Anoia es el pueblo de la felicidad, por el cava y por el chocolate…

Pues ale, te lo apuntas para la próxima vez que vayas por el Penedés… y ve con las niñas, mi sobrina y Clara disfrutaron la visita, sobretodo la parte final, jajajaja.

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