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No me gusta Instagram

instagramEn esta vida es importante conocerse a sí misma. Los españoles somos muy aficionados a fustigarnos y a hacer listas largas como chorizos detallando todas las cosas que hacemos mal. Por el contrario nos cuesta hablar de las cosas que hacemos bien. Creo que es un error. No hay que confundir vanidad con la autoaceptación. Ni nos tenemos que recrear en nuestras virtudes ni hundirnos por nuestras faltas.

Esta visión más realista de nosotros mismos genera muchas menos frustraciones: saber que hay cosas que hacemos bien hace que podamos poner las que se nos dan mal en perspectiva porque pensar sólo en negativo hunde en la miseria a cualquiera. Es bueno ser realista y no creernos las reinas del mambo, pero ver sólo nuestra oscuridad tampoco nos beneficia.

En este proceso yo he tenido que trabajar para aceptar que ni me gusta ni se me da bien Instagram y que además no pasa nada. A veces nos autoexigimos un montón y eso nos genera frustración. He tenido que hacer un ejercicio de autoaceptación de mis propias limitaciones para rebajar mi nivel de exigencia.
La cosa es que está el hecho de que no soy la mejor fotógrafa del mundo. Tampoco la peor, es verdad. He trabajado en marketing durante mucho tiempo y tengo el ojo entrenado para saber qué sí y qué no, conocer los enfoques e incluso poder saber si una foto es buena o mala. Pero me siento muy limitada por mis conocimientos técnicos por un lado y por la certeza de que yo no tengo el ojo de una fotógrafa. Yo no voy por la calle y “veo” fotos. Tengo que pensarlo, para mí no es innato. Me da vergüenza sacar la cámara y fotografiar desconocidos. Al final acabo haciéndolo casi de una manera furtiva, lo que no es bueno para el resultado. Así que para conseguir una buena foto tengo que trabajar mucho y aún así no soy brillante.

Instagram me genera mucha frustración. No es tanto una cuestión de tener muchos o pocos seguidores. Es que veo un montón de fotos maravillosas y siento que yo no estoy a la altura. A mi altura. Creedme, nadie me juzga más duramente que yo misma. Así que para mí no es placentero ver las fotos de los virtuosos de Instagram. Se junta una parte de admiración con la constatación de que yo nunca voy a ser capaz.

Y por otro lado está el hecho de que sé a ciencia cierta que mi vida no es apta para Instagram y que buscar todos los días la foto perfecta sería puro postureo. Salgo de casa para llevar a las niñas al colé y luego trabajo como una loca delante del ordenador. Mi salón siempre está desordenado. Tengo los mismos sofás desde hace diez años y una luz infame en mi casa. Mis hijas van con el uniforme al colegio y salen despeinadas y con el chandal hecho un asco. Hacen gimnasia rítmica, pero no entro en el sitio y la ropa se la eligen ellas. Mi comida es muy normal y poco fotografiable. Mi vajilla, anodina. En fin, que simplemente me sentiría una estafadora si vendiera que todo es luz, paz y excepcional.

Pero esta no es la única visión de Instagram. Sé que muchas disfrutan buscando la foto ideal y que es una manera de hacer arte de algún modo. Nadie le pide al arte necesariamente realidad. Pero yo, que sé que lo mío no sería arte ni de caña, me siento una intrusa en un mundo que siento que no es para mí.

Mika decía “Relax, take it easy” y he llegado a la conclusión de que es la única opción posible. Tiene que existir un punto medio entre ser la reina de Instagram y la caquita que me siento a veces. Rebajar expectativas, tomármelo menos a la tremenda y no ser una drama queen. La teoría la tengo clara. Ahora ya que lo consiga… es otro cantar.

¿Cuáles son vuestras frustraciones?

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

10 respuestas a «No me gusta Instagram»

A mi no me gusta Twiter, lo he intentado pero no le cogo el truquillo a la red, me lia mucho no sé cuando retwitear, ni para que sirve en fin, soy más visual y por eso me gustan más Instagram o Pinterest, aunque no haga fotos perfectas. ANimo con Insta que es muy chuli!!!

Eso me pasa a mí con Pinterest así es que no tengo planes de tener perfil en esa red social. Pero Instagram me parecía la prima fea de la otra y debe ser que entendí mal el concepto porque mi perfil es como el que tú defines, digno de la mayor de las frustraciones: niña sucia y sin peinar, salón revuelto, fotos borrosas, mala iluminación. Pero oye, es que mi día a día es así. Para una foto mona que me salga ¡tengo que estar de vacaciones en algún sitio paradisíaco!

Yo soy malísima en Instagram pero no me frustra porque es una red que me gusta. De hecho, creo que es la única que sigo ahora mismo. Facebook la abandoné hace años, Twitter nunca le he cogido el truco y a Google+ y Pinterest nunca llegué. Es curioso, hace un par de semanas estuve a punto de escribir un post parecido pero sobre las redes sociales en general, ya que ni me gustan ni se me dan bien.

Yo no estoy en ninguna red social, sólo en WhatsApp (que lo es, pero de menor alcance). Y tardé mucho en tenerlo, porque no lo veía claro. Instragram, no obstante, me fascina. A muchos niveles.

Los famosos, que toda la vida se han quejado de cómo la prensa invade su intimidad, ahora resulta que se pasan el día subiendo fotos familiares a Instagram. Tanto tiempo clamando por la protección de los menores «a mí, si quieres, persígueme con la cámara y sácame, pero a mis hijos no, que tienen derecho a ser anónimos». Y después van y son ellos los que los exponen en Internet. Primero lo hacen a pachas (un brazo, un pie, un cogote) hasta que no pueden resistirse más y acaban sacando la cara. Algunos incluso publican fotos del momento de amamantarlos (un momento que a mí me parece de lo más íntimo). Al final, famosos y no famosos (que ahora voy con ellos) acabarán subiendo fotos del coito para mostrar en qué postura concibieron a sus hijos.

Lo bueno que tienen las redes, especialmente Instagram, es que han servido para desenmascarar dobles discursos. En esta red, más que en ninguna otra, queda clarísimo quién quiere proteger su intimidad y quién se muere por salir y porque salgan sus hijos. Que oye, al final esto último no deja de ser comprensible: a cualquier padre le gusta presumir de hijos y son muchos los que no pueden resistirse a enseñarlos. Ha pasado toda la vida, ¿quién no recuerda esas tertulias cafeteras con las madres compitiendo por ver quién podía presumir más? «Uy, pues la mía me ha sacado todo sobresalientes». «Uy, pues la mía ha hecho una redacción en inglés que hasta el profesor la ha felicitado por el nivel de vocabulario que demuestra». Por no hablar de cuando ibas a tomar café a casa de alguien y te daban el tostón con el álbum de fotos o (peor) el vídeo la función escolar. Pero ya digo: es normal, a todos nos gusta presumir, magnificar los logros y presentar la mejor versión de nosotros mismos. El postureo, aunque lo parezca, no ha nacido con las redes sociales.

El tema está en que antes, el postureo estaba reservado a los famosos. Ahora, está al alcance de cualquiera. Y en un libro interesantísimo que leí hace poco decía (y es verdad) que los hijos son la mejor herramienta de competición, de ahí que haya tantos Instagrams en los que los padres los exponen. Yo, que me dedico a la docencia, aluciné cuando vi que, muchas veces, no son los menores los que se exponen en las redes sino que son SUS PADRES. Que si la fiesta de cumpleaños, que si en el parque con los amigos, que si el festival de música, que si mira qué bikini le he comprado, que si mira la foto del colegio… pero si es que yo he llegado a ver las notas del crío, exámenes y deberes colgados en Instagram. Yo de verdad que no lo entiendo. No entiendo a quién puede interesar ni por qué lo cuelgan. Mi infancia está plasmada en vídeo y foto, sí, pero esos documentos gráficos están en mi casa. Y creo, desde hace tiempo, que la exhibición de menores en las redes tendría que estar prohibida por ley. Cuando sean mayores de edad, ya decidirán si quieren que haya fotos y vídeos suyos en la red. Mientras tanto, los padres (por muy tutores legales que sean) no tendrían que poder adueñarse del derecho a la intimidad de sus hijos.

Mi opinión, claro.

Tanto tu post como este último comentario me han encantado. Te entiendo perfectamente. A mi tampoco me gusta y me da mucho trabajo. Me agobia. Y lo mismo de Snapchat. Somos carne de blog o no tenemos la edad jajajaja. Un beso Sara

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