Ay cariño… qué amoroso eres, y qué gusto da abrazarte. Me encanta dormir con mis brazos entrelazándote y cómo tú te ciñes a mi cuerpo en un abrazo infinito. Es adorable verte como cuidas de la niña y estás siempre pendiente de que no se caiga. Gracias por cuidar de mí cuando estaba embarazada, gorda y patosa y a ti nunca te importó, sino que estuviste a mi lado siempre.
Estas palabras podría dedicárselas a mi marido pero ¡no! Son para mi churrito de mis entretelas, mi cojín de lactancia. Que más que una opinión, estoy por hacerle una declaración de amor…
Pero empecemos por el principio. Estaba yo recién preñada (como decía un compañero de trabajo de mi marido, todavía le temblaban las piernas), y como la ciática hizo su aparición estelar en plan vedette del Moulin Rouge, con sus plumas, y toda la alharaca que lleva aparejada enseguida yo no sabía ni cómo ponerme porque me dolía todo todito. Tengo una amiga que me lleva ventaja en esto de la maternidad y le pregunté si estos cojines de lactancia eran útiles. Como su respuesta fue que había sido uno de los mejores regalos que le habían hecho, me fié a ojos cerrados y mandé a mi señor esposo ipso facto a comprarlo.
Para los que no lo sepáis, existen básicamente dos tipos de cojines de lactancia. Están los que tienen forma de media luna rígida que se ajustan a la cintura de madre y sirven para elevar al bebé y que no te dejes los riñones con malas posturas, y luego están éstos, los que yo llamo «churritos». Realmente si sólo lo vais a utilizar para la lactancia exclusivamente, el primer tipo de cojines me parecen más cómodos porque al ser rígidos y ajustarse al cuerpo cumplen esa función a las mil maravillas. El bebé está muy cómodo y las mamás también. El más conocido es el de la marca Cucut. Tuve ocasión de probar uno y me pareció muy confortable. Sin embargo, si queréis darle más usos, el que es objeto de esta opinión me parece más adecuado.
¿Cómo describirlo? Aparentemente es un almohadón tipo los de matrimonio, sólo que más largo. Me parece que tiene 1,80 de largo, lo que pasa que como tiene una ligera forma curva no da la sensación de serlo tanto. Está relleno de varios materiales, lo que hace que su precio fluctúe entre los 40 y 60 euros según lo cojaís de uno u otro. El que tengo yo concretamente está relleno de una especie de bolitas muy pequeñas, como las que había en algunos sofás de hace años, hechas de un material flexible (¿polipropileno?). El tamaño de las bolitas será como el de una cabeza de alfiler, para que os hagáis a la idea. Sobre el almohadón en sí hay una funda que se cierra por completo con una cremallera. En función de la marca de la que lo cojáis hay más bonitas, más feas, más sencillas. En concreto estos de Theraline se distinguen por incluir un montón de motivos en sus fundas; el mío no es de esta marca pero es exáctamente igual, lo que pasa que a la hora de sugerirlo no encontré mi modelo exacto. Como básicamente es lo mismo y lo importante es más bien su función y su composición más que el diseño de las fundas consideré que daba un poco lo mismo.
Eso es básicamente el cojín de lactancia. Aparentemente lo ves y dices ¿QUEEEEEEEEEEEEEEE 60 EUROS POR ESTO????????. Después de usarlo durante más de un año ininterrumpidamente estoy en posición de afirmar que son los 60 euros más amortizados del embarazo con diferencia.
Sigamos donde lo dejé: mujer, con la espalda hecha polvo y que no encuentra postura para estar sentada de una manera más o menos cómoda. El churrito se convirtió en mi mejor aliado. El nombre es totalmente casero, si vais a una tienda preguntando por él con ese nombre probablemente os pongan cara de Millán Salcedo guiñando un ojo y os digan ¿¿¿EING???. Eso sí, como me convertí en su principal adalid en un foro donde escribía y siempre me refería a él por este nombre, al final todo el mundo acabó llamándolo así. Es que es muy descriptivo…
Pues eso, que me pierdo. Cuando estaba con ciática sentada en el sofá, lo que hacía era enrollármelo en la cintura como si fuera a dar el pecho de manera que al distribuirse las bolitas por todo él de manera ergonómica me sujetaba estupendamente los riñones y resultaba de lo más confortable. Si lo que quería era tumbarme, me pasaba parte del churro por detrás de la cabeza apoyada en el sofá y el resto a lo largo del cuerpo, como abrazándole. La principal ventaja de que esté relleno de bolitas y no de otro material es que éstas se adaptan perfectamente a tu cuerpo, no quedando rígido sino por el contrario se moldea contigo. ¡¡¡Es la pera!!! ¡¡Qué comodidad!!!
Conforme me iba poniendo como un obús y la tripa me iba molestando más, se convirtió un aliado imprescindible en la cama. Así que en nuestro lecho conyugal estábamos tres, mi marido, mi churrito y yo, los tres en pura armonía. Tan fundamental a la hora de dormir me resultaba que si me iba a otro sitio, me lo llevaba. Me acostumbré a dormir con él y luego no sabía hacerlo sin él. Para dormir no pasaba parte por la cabeza como hacía en el sofá, sino que lo ponía a mi lado y me abrazaba a él. La tripa caía sobre él, de manera que el peso de ella no me resultaba tan grande y lo que hacía era vaciarlo un poco para que no hubiese muchas bolitas ahí. Por otro lado, como ya he comentado en alguna otra opinión, uno de los problemas más comunes al final del embarazo es la pesadez de las piernas. Si habéis sufrido de ello, sabréis lo mal que se duerme así, así que lo más cómodo era ponerlo entre las piernas para que no descansasen una encima de otra y que hubiera un almohadón de por medio. Si no tenéis almohadón de lactancia, se puede hacer con un cojín, pero yo no me apañaba porque con lo que me muevo la mitad de las veces acababa perdido en la cama. En cambio, me volví una experta con el churro y conseguía girarme abrazada a él, de manera que por más que me moviera siempre estaba en su sitio.
Una vez que le coges la práctica, es comodísimo. Pero he de decir que de primeras quizás no os lo parezca tanto. A mí me llevó más o menos cuatro o cinco días acostumbrarme a él, superados los cuales fui una mujer nueva. Así que si al principio no os apañáis no desesperéis porque como digo, cuesta un poco, pero merece la pena intentarlo.
Cuando di a luz, lo utilicé para su uso primario, darle el pecho a la niña. Ella estaba muy cómoda porque igual que a mí se adaptaba a su cuerpecín. Sin embargo, si sólo lo queréis para eso, no lo veo tan necesario. Lo cierto es que al principio no coges la postura ni para atrás, pero en cuestión de días serías capaz de darle el pecho haciendo el pino. Así que sí que ayuda, pero no es estrictamente necesario. Yo sólo para eso no lo hubiese comprado porque a fin de cuentas si se es un pendón desorejado como lo soy yo te tocará darle el pecho en cafeterías, casa de mi madre o en un banco del parque si se tercia. Y claro, no vas a ir con el cojín a todos esos sitios, así que más te vale que aprendas a hacerlo sin él.
Como es muy largo, el tiempo que la niña no se movía mucho de la cama, lo utilizábamos en la mía para acotar el espacio. Lo ponía en el lado en el que no estaba yo (mi marido me la trae a la cama cuando se va a trabajar y ahí estamos las dos tan campantes) y así evitaba que se cayera.
El último uso es el que le damos ahora. La niña hace mucho que se tiene sentada solita, pero me fío poco de que se pueda caer o bien tirar y como el suelo es muy duro y los lloros los oirían en Tombuctú, lo que hago es ponérselo detrás para que si se cae lo haga en blando. Exactamente como está el niño en la foto. Por supuesto, a la niña sólo se lo pongo cuando está sentada en el suelo, eh. Si no, ya puedo estar yo bien al loro o con lo culo inquieto que es se me estozola a la mínima.
Recapitulando: relacionados con la maternidad le he dado los usos de cojín para el sofá, cojín para la cama, cojín de lactancia, barrera para que no se caiga y sujetaniños para cuando se sientan y no son muy estables. Cinco usos, nada más y nada menos. Pero no hace falta estar embarazado para poderse hacer con uno de estos, si no os importa ir a una tienda de puericultura a comprarlo. Una amiga mía lo probó en mi sofá echándose una siesta y me lo quería mangar descaradamente. ¡Es estupendo para las cervicales!
Por otra parte, en plan más práctico, al ser completamente desenfundable se puede lavar perfectamente sin que el relleno sufra. Si os gustan otro tipo de motivos, podéis hacerle una funda si coséis porque no es muy difícil.
Yo lo he usado durante 9 meses de embarazo + 7 meses de maternidad = 16 meses. Si cuesta 60 euros, el coste por mes es de 3,33 euros, una ridiculez comparado con el partido que le he sacado.
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2 respuestas a «Cojín de lactancia ¡el amante!»
Para mi la unica pega no es que mi marido se ponga celoso, es que me lo roba para dormir. Jajaja….
jajajajaja me parto ¡a mis brazos!
Para mi la unica pega no es que mi marido se ponga celoso, es que me lo roba para dormir. Jajaja….
jajajajaja me parto ¡a mis brazos!