La leche materna es sin duda la mejor leche que existe para el bebé. Podemos discutir sobre muchas cosas, pero concretamente sobre esto es que no es discutible. Todo el mundo dice que la leche materna es la mejor leche que se les puede dar a los niños, puesto que el resto no son productos «inteligentes» y que se adapten. La leche materna siempre está en su punto de calidez. Ni muy fría, ni muy caliente, justo como debe estar. Su sabor varía en función de lo que come la madre y su composición también cambia a lo largo de la toma. Al principio es más líquida, para saciar la sed del bebé, que cuando es pequeñín no toma más líquidos que este y conforme va pasando el tiempo, se va haciendo más espesa y más nutritiva. Además, proporciona todos los nutrientes que necesita el bebé y transmite anticuerpos de la madre para protegerle contra las enfermedades.
Esto no quiere decir que las leches de bote estén mal, no me malinterpretéis. Si no se quiere o no se puede dar el pecho es una estupenda opción y hoy en día han mejorado un montón. Así que un niño criado con leche de bote va a crecer igualmente bien y no tiene por qué tener ningún problema. Pero si la leche materna es el 10, la de polvos es el 9. Que está bien, pero no llega a ser lo de la materna.

EL ENVASE
Lástima de tetrabrick… Para algunas madres el dar el pecho a sus hijos es una de las mejores experiencias que han vivido. Para otras, es simplemente una tortura… este es mi caso.
Yo estaba plenamente convencida de que quería darle el pecho a mi hija. Por eso, antes de que naciera me dediqué a leer un montón sobre el tema para prepararme a lo que tenía que venir. La falta de mentalización y de conocimiento de los problemas reales que puede tener dar el pecho es una de las razones por las que la lactancia materna fracasa en muchos casos, porque si se espera que te pongas al niño en el pecho y aquello sea un camino de rosas (que en algunos casos es así, fácil, sencillo y sin complicaciones), normalmente la realidad te da una bonita bofetada porque la lactancia materna es bonita, pero muy sacrificada.
No fue mi caso. Si fracasó no fue porque no me preparara para lo que había de venir ni porque no fuera consciente de que aquello podía ser difícil. Leí mucho sobre la postura correcta, sobre las grietas, sobre los biberones «de apoyo», sobre el mecanismo de respuesta del cuerpo (a más demanda, más producción) etc. Quiero decir, que iba con mis deberes hechos.
Pero mi realidad fue bien distinta. Mi hija se agarró bien al pecho sin problemas. Me revisaron la postura y era la adecuada. Sin embargo, aquello no parecía ir bien. Me había negado a darle suero glucosado en el hospital y ningún tipo de biberón de apoyo. Normalmente eso no hace más que interferir en la lactancia porque el cuerpo recibe un estímulo erróneo sobre la demanda real del bebé. Yo decía, ya pasará, ya subirá más… pero aquello ni subía más, ni se regulaba ni nada parecido. Me ponía a la niña a demanda, durante tomas interminables que podían llegar a extenderse hasta dos horas y no había manera. Utilizaba el sacaleches para estimularme y nada.
Aquello acabó con mis nervios. Yo veía que la niña se quedaba con hambre y por más que hacía todo lo que se suponía que tenía que hacer, no veía más resultados que una pequeña irritable y que no disfrutaba nada con el momento. Yo tampoco disfrutaba ¡cómo iba a disfrutar, si veía que ella no quería de ninguna de las maneras, y cuando quería aquello era eterno!
Hasta que un día me planté conmigo misma y me dije que había pasado mi límite. Tal vez si hubiese perseverado más (pero llevaba ya quince eternos días) lo hubiese conseguido, pero no me sentía ni con fuerzas ni con ganas de seguir luchando. Así que después de cada toma de pecho (no lo abandoné), le daba un biberón y que tomara lo que quisiera.
La lactancia mixta fue una liberación. Sé que no es lo más adecuado, porque a la larga al final se acaban hartando del pecho y cada vez produces menos, pero para mí era lo que necesitaba. Yo le daba el pecho, me estaba mis buenos cuarenta minutos y luego biberón. Ella estaba más tranquila, mucho mejor y yo, pues también. Al final mantuvimos esto hasta los 3 meses y medio y fue más por mí que por ella.
Yo sé que lo mejor es el pecho y os puedo asegurar que estaba convencida y mentalizada, pero aquello me superó de un modo que no pude controlar. Así que no me arrepiento. Ahora pienso que pecho sí, pero no a cualquier costa. A costa de sufrir, llorar, pasarlo mal mamá y bebé, pues no. Que la leche materna es lo mejor sin discusiones, pero que los biberones de fórmula están para eso. Al menos, como yo seguía dándoselo, aunque menos, le estaba pasando mis anticuerpos, que era lo que más me preocupaba.
Pues eso. Mi recomendación es clara. Dadle el pecho si queréis y podéis porque es la mejor opción. Pero si no podéis, no queréis o lo que quiera que sea, no os sintáis culpables. La culpa es mucho peor que cualquier leche de fórmula, ¡os lo aseguro!
4 respuestas a «Mi experiencia con la lactancia materna»
[…] mi hija mayor era pequeña tuvimos ciertos problemas con la lactancia materna y acabamos dando lactancia artificial (curiosamente con la pequeña fue todo fenomenal y pude tener […]
[…] pasaría del esterilizador olímpicamente. Pese a mis intenciones y mi mentalización, al final la lactancia materna exclusiva tuvo que dar paso a la mixta a las tres semanas de nacer la nena. Al principio, como queríamos evitarnos un “tarro” […]