Por Marta González. Al hilo de los «añadidos» en la leche y en otros alimentos me ha parecido interesante colgar aquí un artículo que ronda por la oficina donde trabajo (en una fábrica de leche y queso fresco). Es de Miguel Ángel Sabadell y se titula «Qué difícil es vender leche».

Hay dos productos que retan diariamente a los publicistas: el agua y la leche. ¿Cómo convencer al consumidor que compre mi producto teniendo en cuenta que el de la competencia es lo mismo? Porque el agua es agua y la leche, leche. Recuerdo aquel anuncio de: “Fontvella, el agua ligera”. Y yo con cara de lelo, pensando si las otras aguas eran pesadas. Pero lo de la leche no tiene nombre; aquí la publicidad se convierte en pura pseudociencia. Hay que vender leche y, además, cara. ¿Qué hacer? Añadirle cosas que suenan bien: vitaminas, omega-3, calcio… Eso sí, tienen que ser sustancias baratas, por eso se meten vitaminas fáciles de obtener. De las que cuestan dinero, mejor nos olvidamos. Y los publicistas son listos: dicen “enriquecer”, que suena mejor que “añadir”.Lo del calcio tiene delito. “Con el calcio de la leche”, dice Pascual. ¿Será que el obtenido en otros lugares es distinto, como en la cantera La Blanca, cerca de Belchite, donde se aprovisionan de carbonato cálcico muchas lecheras? ¿Será un nuevo elemento de la tabla periódica? ¿Será que el calcio de la leche tiene propiedades mágicas? Es más, ¿tiran por el fregadero la leche de la cual han sacado ese calcio extra? Y ese brick de Pascual con el añadido “con calcio 100 % natural”… ¡Por favor! “Artificial”, si se puede llamar así, sería replicando en la Tierra el interior de una estrella de varias veces la masa de nuestro Sol. Reto a los de Pascual a que en sus laboratorios diferencien el calcio obtenido de cualquier fuente natural del creado en ese hipotético reactor de fusión.
¿Y las leches con omega-3, como la de Puleva? Es el colmo del descaro. Hay que decir dos cosas bien claras. Primero, según una revisión de los estudios realizados hasta la fecha sobre la famosa bondad del omega-3 presente en pescados o aceites de pescados, los autores concluyen que no tiene un efecto claro sobre la mortalidad total, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Segundo, no existen estudios serios convincentes sobre el efecto de las leches enriquecidas. Es el efecto Pisuerga: como algunos insinúan cierta relación beneficiosa en el omega-3 presente en el pescado, añado unos miligramos de omega-3 a la leche (no nos vayamos a pasar en el enriquecimiento, que cuesta dinero) y ¡bingo! Ya puedo venderla más cara. Un consejo: si quiere su ración de omega-3 no sea tonto y coma pescado. Pero no me sea aún más bobo y caiga en la trampa de comprar huevos ¡con omega-3!.