Hace un par de meses leí en un blog americano de lo más interesante sobre nombres un artículo que me pareció de lo más revelador. Laura Wattenberg, la autora, escribe sobre Estados Unidos, pero me parece que es perfectamente extrapolable a nuestro país.
El artículo (que podéis leer en su versión original aquí) venía a decir, en traducción libre, más o menos esto:
“Nuestro gusto para elegir los nombres está influido por muchos factores. Si me tuviera que quedar sólo con uno, sin embargo (esa fuerza que guía nuestras opiniones y de la que es imposible escapar), yo diría que es el factor generacional.
Todos sabemos que las modas en los nombres cambian dramáticamente con el tiempo. Cuando llegan a convertirse en nuestro gusto personal, sin embargo, es muy difícil darnos cuenta de que estamos siendo influidos por nuestra generación. Esto es normalmente lo que suele pasar: Los nombres de nuestra generación nos parecen demasiado comunes, los de la de nuestros padres, terriblemente aburridos, los de nuestros abuelos demasiado anticuados… pero cuando llegamos a los que se ponían en la generación de nuestros bisabuelos, las cosas comienzan a cambiar. Nunca hemos conocido a una Amalia o a un Amaranto, así que estos nombres suenan frescos a nuestros oídos.Esto hace que haya un punto de confluencia en la forma de llamar a los niños de nuestra generación y el modo en que se llamaban hace 60-90 años. Hay otro punto que se sitúa en la generación de 20-40 años más que nosotros. Estos son los nombres que tú y tus amigos elegís para llamar a vuestros hijos. Sin embargo, los nombres que están en medio y que se pusieron de moda hace 10-20 años se olvidan y se obvian. Así que si has nacido en los 70-80 probablemente no quieras ponerle a tu hija Tamara o Vanessa.
El problema está en que la curva que marca tu gusto no está acompasada con la del gusto de tus padres. Los nombres que más te gustan a ti casi con toda seguridad no les van a gustar a ellos ¿Ese nombre tan anticuado que te encanta? Probablemente a tu madre le sonará a nombre de abuela.
Así que papás, esto explica porqué vuestra suegra no hace más que sugerir nombres que os parecen un horror, y abuelos, también explica porqué a vuestros hijos les gustan esos nombres tan anticuados para un pequeño bebé. Y para aquellos más jóvenes, preparaos para que a vuestros padres les horroricen los que os gusten a vosotros. No es que tengan mal gusto, de verdad. Simplemente son producto de su generación”
A mí el tema de los nombres de los bebés me ha parecido siempre interesantísimo porque influye más de lo que nos creemos en la vida de las personas. Siempre me ha parecido curioso que (en general) haya más hijos que se llamen como sus padres que hijas que compartan nombre con su madre, por ejemplo. Y que de repente, a todo el mundo le dé por llamar a su hija Lucía cuando décadas atrás apenas se utilizaba. Por eso este artículo me ha parecido tan clarificador.
Hay que salvar las distancias obviamente; la locura estadounidense por ser el más original del mundo está bastante alejada de la mentalidad española, que es bastante más conservadora a la hora de poner nombres a los niños. Aquí yo creo que se acepta peor el nombre de fantasía que en el continente americano y se intenta innovar pero dentro de unos parámetros mucho más controlados. Tengo una amiga, por ejemplo, que le puso Lucía a su hija hace cinco años convencida de que iba a ser la más original del planeta. Las bajadas al parque la sacaron de su error al darse cuenta de que un montón de padres habían tenido la misma idea que ella.
Pero sí que comparto el espíritu del artículo de Laura Wattenberg: cuando yo era pequeña mi clase estaba trufada de niñas con nombres compuestos. Ahora es complicado encontrar una niña o un niño que tenga dos nombres. Creo que los nombres tienen una curva de subida, un momento álgido y una bajada. Y lo que está de moda hoy probablemente dentro de unos años no lo esté. Siempre hay nombres más intemporales, cuyas curvas son menos pronunciadas y que se mantienen más o menos arriba siempre. Nombres que no se dejan de poner nunca, aunque sí que se poner en mayor o menor medida. Cuando yo era pequeña no había excesivas Saras … sin ser un nombre raro, no estaba entre los más puestos. Ahora hay un auténtico boom. Y lo más curioso es que una hermana de mi abuela se llamaba así, por ejemplo.
Me parece curioso lo de que los nombres que a nosotros nos gustan, en general suelen horrorizar a nuestros padres. Mi suegro puso el grito en el cielo cuando se enteró de que a mi hija le queríamos poner Aldara y nos costó discutir. Y estoy segura de que no soy la única que ha tenido sus tiras y aflojas en esta cuestión.
Por último comentar que Hispanoamérica y España no están en absoluto sincronizadas en cuestión de gustos. Visitando distintos foros me doy cuenta de que los nombres que triunfan en América Latina en España se ven pasadísimos. Me hace gracia ver como María Francisca, Rafaela y nombres por el estilo ahí se pueden ver como lo más de lo más cuando aquí se ven nombres de abuela totalmente. Ya nos llegará otra vez esa ola… de hecho está comenzando. El vivo ejemplo es Manuela, un nombre que hasta hace nada se veía viejísimo y sin embargo se está redescubriendo. Tiempo al tiempo. Una amiga mía casada con un colombiano me contaba que ponerse de acuerdo a la hora de ponerle el nombre a los niños en matrimonios interculturales es un horror. Los nombres que les gustaban a la familia de él a ella le parecían infames y en cambio los que proponía ella a ellos les sonaban de chacha total.
Qué curioso es todo…