Categorías
Maternidad

Tener un segundo hijo

Aunque en España cada vez más familias deciden plantarse en un único hijo (en algunas webs manejan porcentajes de hasta un 30%) lo cierto es que otras muchas llega un momento en que quieren dar un hermanito a su hijo. Es un momento de cierta incertidumbre para todos, porque aunque tengamos muchas ganas de seguir procreando, es un poco inevitable sentir un poco de vértigo al pensar en lo que va a cambiar nuestra vida al aumentar la familia. El multiplicarnos va a suponer cambios para nosotros, pero también para nuestros hijos mayores. Hoy voy a hablaros un poco de mis impresiones sobre cuándo tener un segundo hijo, más que de datos objetivos.

¿Cuándo tener el segundo hijo?

familia de cuatro
Foto: Familia de cuatro vía Shutterstock

Esta es una pregunta muy difícil de contestar porque lo más probable es que influyan un montón de factores personales. Cada uno sabe cuál es su situación propia y eso será a la larga lo que influya más en la decisión. En general, me da que lo más habitual es que queramos que los niños se lleven entre dos y cuatro años. Pensando en la clase de mi hija, es lo que más abunda, aunque por supuesto hay excepciones. Creo que antes nos suele dar un poco de pereza porque el embarazo te pilla con el otro demasiado chiquitín aún y claro, no es lo mismo estar corriendo detrás de un enano de un año con barriga que sin ella. Al menos en mi caso recuerdo el embarazo como algo extenuante por una cosa o por otra. Con la mayor tuve un embarazo bastante malo con problemas de espalda desde el principio y aunque el segundo fue bastante bueno, me pasé todo él como si me hubiese picado la mosca tse tse. Me iba durmiendo por las esquinas. Así que si la mayor hubiera sido un poco más chiquitaja me hubiese dado algo. Por lo menos, dormía bastante bien ella, así que podíamos conciliar bien sus necesidades con las mías: a las 9 de la noche estábamos las dos en la cama, cuando yo siempre he sido más bien ave nocturna.

El problema es que si bien para las madres suele ser mejor que los niños se lleven un poquito de tiempo, para los niños no lo tengo tan claro. No me refiero únicamente a cuando son más mayores, porque siempre los números de que hagan “minipandi” si se llevan poco son más que si se llevan más tiempo. Es que me da que para ellos tiene que ser más difícil si se enteran mucho, tienen más síndrome del “príncipe destronado”. No es lo mismo que se lleven año y medio, en el que todavía no tienen tanta conciencia y en general, se les olvida antes que hubo un tiempo en el que estaban solos con mami, que tenerlos con tres años de diferencia. La etapa que están viviendo con esa edad suele ser más complicada, los celos pueden hacer aparición más fácilmente y son mucho más conscientes del vuelco que va a dar su mundo. Con un año o año y medio si lo sufren yo creo que se les pasa antes. Mi hija tenía tres años cuando nació su hermana y habiéndole preguntado a estas altura ni se acuerda de cuando estábamos los tres solos, así que supongo que en el caso de un bebé y su memoria de pez se tienen que adaptar antes por necesidad.

Por otro lado están los que deciden tener al segundo bastantes años más tarde y sus hijos se llevan mucho tiempo. A mí no me apetecía que se llevasen mucho porque por cuestiones logísticas y por razones de otro tipo prefería que se llevaran menos tiempo. Pero también le veo ventajas porque habitualmente el mayor suele demandar un hermano, o en todo caso, está más preparado para echar una mano. O sobre todo, se hace más cargo de la situación.

Realmente todo tiene sus ventajas y sus desventajas. Si son pequeños, se enteran menos pero por otro lado para la madre puede resultar agotador. Si son un poco más mayores es más llevadero para la madre, pero los niños pueden estar inmaduros para asumirlo. Y si son muy mayores, nos ayudarán más, aunque el salto generacional será más grande. El caso es que perfecto, no hay nada, e imperfecto del todo, tampoco. Al final acaba decidiendo, lamentablemente, el trabajo, el cómo nos ha salido el hermano mayor, e incluso la madre naturaleza que a veces se resiste un poco.

¿Del mismo o de distinto sexo?

madre de dos niñas
Foto: Madre de niñas vía Shutterstock

Bueno, esto es hablar por no callar, porque realmente tendremos los hijos del sexo que la naturaleza quiera. Ya podemos considerar mejor una cosa o la otra, que lo mismo nos va a dar.

Yo tenía claro que quería una chica para la mayor. Es más, es que en mi cabeza no cabía que pudiese ser un chico, es que ni me lo había planteado en mi inocencia. TENÍA que ser chica. El caso es que la gente me miraba mal cuando decía sin ambages que era lo que yo quería. Parecía que si no decía eso de “que sea lo que sea, pero que venga bien” era una egoísta. Yo quería que viniera bien, y que fuera una chica. Y no me cortaba a la hora de decirlo. Otra cosa es que si hubiese sido chico no sólo me hubiera aguantado, sino que estoy convencida de que sería mi amor, igual que lo es mi hija y no lo cambiaría por nada. Porque claro, no es lo mismo hablar de “chicos” o “chicas” o “Perenganito que es mi hijo” y una “niña abstracta”. ¡Cómo vas a preferir a algo que no existe antes que a tu hijo! Sería de locos…

El caso es que a mí, en abstracto, me gustan las niñas. Tengo dos, y si tuviera un tercero me gustaría que fuera otra chica. No sé, no me veo lidiando con un niño, con los bakugans, gormitis, Ben10 y estas cosas. Prefiero la ñoñería de las niñas, la tolero mejor (aunque no me gusta especialmente, vamos). Pero no sé porqué me parece que para el segundo nos relajamos más y nos suele dar un poco más igual lo que sea.

Al menos en mi caso, así fue. Yo seguía queriendo una niña, pero en este caso si era niño lo hubiera llevado mejor. Yo ya tenía a mi niña, así que el segundo me importaba menos lo que fuera, ya tenía mi objetivo cumplido. En general, salvo casos en que se desea con mucha fuerza uno de los dos sexos me da que suele importarnos menos. Si tenemos un chico, por ejemplo, si es niña y era lo que inicialmente queríamos, genial, y si es otro chico, nos solemos consolar pensando en que jugarán juntos. Y si queríamos dos del mismo sexo, y tenemos chico y chica, pues pensamos en que así tenemos variedad y tampoco solemos comernos mucho la cabeza.

No sé. Con el tercero me da que volvemos otra vez a lo del principio. Mucha de la gente (aunque no toda, por supuestísimo) que se anima a por el tercero suele ser porque se ha quedado con las ganas de tener de otro sexo, así que me da que vuelve la inquietud. Una mami y profesora del colegio de mi hija que tiene tres chicos decía que cuando vas a por el tercero hay que estar muy mentalizada de que puede no ser chica porque si no el batacazo es enorme si luego resulta que es así. Que hay que ir a por el tercero, no a por la niña, o el niño, vamos.

En realidad, yo creo que los que no tienen preferencia por un sexo o por otro son más listos que los que, como yo, estábamos tan obsesionados en un género u otro. Porque al final esto es suerte o verdad, y da exactamente igual lo que queramos, la naturaleza decide. Así que teóricamente es mejor vivir relajados y que sea lo que Dios quiera. Pero claro ¡es tan díficil! A mí me hubiera resultado imposible. En cambio a mi marido le daba igual, lo tenía completamente asumido. Y estaba mucho más tranquilo que yo. ¡Viva él!

Y además, es que las ventajas teóricas de que sean dos chicos o que se lleven poco tiempo no dejan de ser más que pura teoría. Al final, todos vivimos con lo que tenemos y los críos se adaptan. Conozco hermanas que se llevan poco tiempo y son muy amigas, y otras que se llevan lo mismo y aún llevándose bien nunca han sido colegas ni han frecuentado los mismos grupos de amigos. Y tan felices, esto no implica que no se quieran. Yo me llevo dos años con mi hermana y aunque la quiero mucho, muchísimo, hemos hecho vidas separadas siempre y hemos jugado cada una por nuestro lado. Es una cuestión de carácter, nada más. Y habrá hermanos que llevándose más tiempo y siendo cada uno de un sexo habrán establecido sus roles y se lleven divinamente.

Como digo, al final dará igual… será lo que tenga que ser.

¿Cuándo decirles a los niños que van a tener un hermano?

Teo y su hermana, libro

Pues depende de su edad y de lo rápido que vayamos a comunicárselo al resto. Es decir… lo ideal es esperar un poquito, no decírselo cuando quedan 9 meses por delante. Si ya a nosotros se nos hace larguísimo, imaginad a un pegote cuya percepción del tiempo es distinta de la nuestra. ¡Es media vida! Se les hace eterno, así que si podemos acortar el tiempo de espera, mejor. En el plano teórico lo suyo sería decírselo cuando se empieza a notar la barriguita, estando de tres meses más o menos. Les va a dar tiempo a hacerse a la idea, a vivir el embarazo con nosotros etc.

Pero claro, si resulta que en cuanto tenemos la primera falta se lo contamos a todo el mundo, creo que habría que adelantarlo. Es complicado que alguien no meta la pata y se lo diga o haga un comentario que le permita deducirlo. Y hay que andar ocultándoles cosas, hablando a sus espaldas… a mí esto no me gusta. Creo que debe enterarse por los padres, que estos le expliquen a su nivel las cosas porque si no, puede sentirse traicionado. Obviamente si nuestro hijo mayor es un bebé podemos esperar más tiempo, pero si tiene dos añitos cuando te quedas embarazada pienso que tiene que enterarse por sus padres y a la vez que todo el mundo.

Es fundamental que se enteren de las cosas, y que nos pongamos en su lugar. Si os soy sincera, no recuerdo muy bien cómo se lo dijimos a la mayor pero quiero recordar que le preguntamos si quería tener un hermanito, le vendimos las ventajas que iba a suponer para ella y cada vez que veíamos a una familia con dos hermanos le decíamos que era genial ser dos. Más tarde le contamos que mamá tenía en la tripa un bebé, que iba a tardar un poquito en estar con nosotros y que teníamos que prepararnos.

Siempre, siempre intenté que viera las cosas como iban a ser. Que su hermana iba a ser muy pequeña, que no sabría hacer casi nada cuando naciera más que comer y dormir y que iba a pasar un tiempo hasta que pudiese jugar con ella. Más que nada para evitar que se montara películas y luego chocara con la realidad. Creo que era bastante pesada con el tema. Le insistía en que ella era mayor, muy grande, y que iba a necesitar que me echara una mano porque la hermanita iba a ser muy pequeña. Que aunque íbamos a ser cuatro y mamá iba a tener que atender a un bebé también, que siempre iba a tener un rato para ella y que la iba a seguir queriendo mucho. Teníamos un libro, Teo y su hermana y durante mucho tiempo nos hartamos de leerlo. Me servía para explicarle ciertos conceptos. Hay que pensar que con los niños no basta con explicarlo una vez, tenemos que ser un poco pesados para que se queden con la copla de verdad. Es decir, su mundo va a dar tal vuelco que creo que es importante hablarlo, tranquilizarles, contarles las cosas mil veces para que se lo vayan creyendo. Que una cosa es que te digan una vez que te van a querer igual que todos los días de una manera u otra te lo transmitan. Es decir, no mentirles, contarles las cosas como son, pero sin hacer un drama, haciendo hincapié en los puntos positivos y siendo muy tranquilizadoras respecto a su situación a futuros.

¿Voy a querer igual a mi segundo hijo?

familia con dos hijos
Foto: Familia de dos, vía Shutterstock

Puede parecer una pregunta un poco idiota, y todas estamos convencidas en el fondo que va a ser que sí, pero me parece que es bastante común preguntárselo a una misma. Al menos a mí me pasó… y por lo que he hablado con otras madres me parece que casi todas han pasado por lo mismo.

Y es que con el hermano mayor se ha producido el mayor cambio que ocurrirá en nuestra vida. Hemos pasado de ser hijas a ser madres y esto es un salto muy importante. Cuando tienes un hijo te das cuenta de hasta qué punto te quiere tu madre porque el amor que experimentas hacia tu bebé es algo tan tan tan grande que supera todo lo imaginable. A tus padres los adoras, a tu marido lo quieres, pero el tipo de amor incondicional que se experimenta hacia tu niño recién nacido es otra cosa. Sientes que no hay nada que pueda hacer que te haga dejar de quererlo. Sólo cuando fui madre comprendí del modo en que me quiere la mía; hasta entonces sólo podía imaginarlo, pero entonces lo entendieron mis entrañas. El amor que tienes por tu pareja es una elección, mientras que el de los hijos no se elige. Son tus tripas las que te hacen quererlo a muerte. Son dos tipos de amor válidos (al fin y al cabo los hijos se irán y si únicamente nos volcamos en ellos nos perderemos una parte preciosa de la vida) pero distintos. No es que se quiera más, es que se quiere distinto.

Así que te has pasado equis años de idilio con tu hijo, que se ha convertido en tu mundo y de repente ves que vas a tener que compartir ese amor. ¿Será posible querer a los dos por igual? Cuando estás embarazada a tu bebé lo quieres, pero no es lo mismo. Por eso probablemente nos surgen las dudas. No es igual querer a un bebé que no ha nacido y que en cierto modo es intangible que a uno que tienes a tu lado, que corretea, que te da besos y que te dice mami de tal manera que consigue que te derritas. Sería como querer lo mismo a una idea que a una realidad. Así que no os preocupéis si os pasa… me da que es lo normal.

Voy a tratar de ser lo más sincera posible. Cuando tu bebé nace tampoco creo que sea lo mismo. Cuando das a luz por primera vez la cosa es como milagrosa. Habitualmente nuestras hormonas nos hacen cambiar el chip rápidamente y enamorarnos locamente de nuestro bebé. Y si esto no ocurre, también son las hormonas o la experiencia de un parto traumático las que pueden hacer que esto no ocurra inmediatamente. Generalmente ocurre, pero puede pasar que la cosa no sea tan idílica… Pero en fin, en general, el cambio es tan grande y estás tan emocionada que quieres a tu bebé mucho y muy rápido.

Con el primero has pasado de ser hija a ser madre. A la de ya. Con el segundo esto no pasa. Ya eres madre, ya has experimentado este amor. No es que sea peor, es que es diferente. Ya tienes a alguien a quien adoras y en cierto modo te tienes que adaptar una situación más rara porque hay que duplicar un amor que tú consideras que ya era el máximo. No sé si me explico.

Cuando nace tu segundo hijo tienes unas ganas horribles de verlo, de achucharlo, de tenerlo entre tus brazos. Llevas mucho tiempo esperándole y esto no cambia. Los bebés son tan indefensos y tan chiquitines, lo has llevado en tus entrañas y lo adoras porque sí, porque es tuyo. Y en realidad, ni siquiera lo de llevarlo dentro me parece definitivo porque los padres no lo experimentan y en el caso de adopciones me parece que es exactamente igual. Te has ido haciendo a la idea, y cuando lo tienes en brazos es una realidad gozosa y muy esperada. Así que lo quieres, y lo quieres mucho.

Pero claro, a tu hijo mayor lo llevas queriendo mucho tiempo antes. Lleva mucho tiempo contigo y os queréis a morir. Así que aunque a tu bebé lo quieras, lo desees, te mueras por él, qué queréis que os diga, no es lo mismo. Yo recuerdo que recién parida lo que quería a toda costa era ver a Aldara, compartir mi felicidad con ella, presentarle a Mencía. Me preocupaba cómo iba a aceptarlo (por suerte fue fenomenal). Estás llena de incertidumbres.

Estoy tratando de no sonar como una madre desnaturalizada y sobre todo, de tratar de explicar la complejidad de los sentimientos en esos primeros momentos. Y es dificil, de verdad.

A tu bebé cuando nace lo quieres mucho, pero no lo mismo que al mayor. Pero no sé exactamente en qué momento se produce el cambio porque con la vorágine del principio ni te lo planteas pero en algún punto indefinido de la película el amor se iguala. No sé si son días, horas, o meses. No tengo ni idea porque la verdad es que en lo último que piensas es si tuviese que elegir a uno o a otro por una situación catastrófica qué harías, pero llega un momento en que sí que te haces la pregunta… y la respuesta es que no tienes ni idea y que ojalá nunca pase. Me contaron el argumento de “La decisión de Sophie” y casi me da un mal de imaginármelo.

Así que sí, les acabas queriendo igual, pero la cosa es más compleja de lo que suele hablarse. Compleja, que no complicada porque suele pasar de manera muy natural, va fluyendo y pasa sin más. Sobre todo, es que pasa, así que no hay que darse mal. En poco tiempo seréis incapaces de concebir vuestra vida sin los dos. De eso estoy SEGURA.

La vida con dos

familia de cuatro
Foto: Familia de cuatro, vía Shutterstock

La cosa suele ser un poco complicada al principio. Tú tienes tu vida organizada para atender a uno y muchas veces tienes que hacer malabarismos para conciliar trabajo y vida. A la pregunta de si dos son el doble de trabajo… pues no sabría qué contestaros.

En mi caso, yo diría que no. Y eso que la pequeña es tremenda y supuso mucho más trabajo de lejos que la mayor. Mientras que Aldara fue una cría super tranquila y que me puso las cosas muy fáciles, Mencía complicó la cosa sobremanera. En todo caso, yo creo que, para mí, el mayor salto cualitativo fue pasar de hacer las cosas a mi bola a tener que pensar en otra persona más. Soy una persona bastante independiente así que para mí fue mucho más tremendo dejar de ir y venir, tornar y retornar cuando me venía bien a tener que organizarme y hacer las cosas sin improvisación. No es que saliera una barbaridad, pero sí íbamos al cine, salíamos a cenar… y claro, no es que tengas que renunciar a hacerlo de raíz, pero desde luego sí que te tienes que organizar. Así que el capítulo “renuncias personales” ya lo tienes al día cuando tienes al segundo.

Aún así, hablo del tema “renuncias” con ciertas reservas. Yo elegí tener niños, así que a mí no me importa tener que hacerlo. No es algo impuesto, es algo que eliges. Así que no lo viví como algo traumático. Pero lo llamemos como lo llamemos, hay que hacer una reorganización del estilo de vida y de las prioridades.

Esto no cambia con el segundo hijo. Ya estás empantanada, así que te empantanas más. Lógicamente, hay que aprender a lidiar con los horarios del cole, de la guardería, las necesidades de uno y otro (esto fue especialmente destacable en nuestro caso) pero ya tienes costumbre de hacer malabarismos … es como estos del circo que hacen que unos platos giren sobre un palillo sin que se les caigan. Es… añadir un plato más. Pero ya eres equilibrista de antes, te vuelves “equilibrista de segundo nivel”.

Lo que es curioso es que el nivel de estrés se reduce. Conozco a una chica que vivió su primera maternidad estresada perdida y conforme ha ido teniendo hijos se ha ido relajando. Ahora tiene cuatro y os aseguro que está mucho menos agobiada que con uno, o al menos esa es la sensación que se tiene desde fuera. Por supuesto, la cosa no es idílica, tiene lo suyo y momentos de desesperación como tenemos todas, pero en líneas generales la cosa está más tranquila. Es que o te relajas o te vuelves loca directamente.

¡La de cosas que se dejan de hacer cuando tienes al segundo! Prescindes de lo superficial y vas al grano. Te das mucho menos mal por todo… con la mayor yo hacía muchas cosas que con la pequeña no. En general, muchas eran prescindibles, aunque algunas otras sí que las echo en falta. Me gustaría leerle más a la pequeña, jugar más con ella. Pero claro, ahora tengo a dos, así que mi tiempo no puedo multiplicarlo. Buscas huecos, pero no es igual. De todas maneras, hay que ser muy respetuosas con las primerizas… hay que recordar que madres repetidoras no seremos todas, pero primerizas sí. Y quien más, quien menos ha tenido sus neuras. Hay que aprender, y hay que dejar que la gente haga su prueba-error. No considero una opción reirme de alguien o mirarla con superioridad por tener dos. Si piden consejos, démoslos con el mayor respeto posible y si no, pues respetémoslas igualmente.

En fin, creo que ya me he extendido mucho. Estaré encantada de oír vuestras experiencias con el segundo.

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.