Llevo unos días dándole vueltas a esta frase que he oído por ahí y la verdad es que me ha parecido un estupendo tema sobre el que hablar. “Yo a los dos los educo igual” refiriéndonos a los hijos. Creo que la generación de madres de ahora somos mujeres que, en general, o al menos en mi entorno, estamos muy formadas. Nuestros padres no tuvieron las facilidades para acceder a los estudios que hemos tenido nosotros, y yo no sé, pero a mi alrededor era constante el “haz lo que quieras, pero estudia, lábrate un futuro”. Total, que nos hemos matado a estudiar, hemos ido a la universidad y nos hemos incorporado en masa al mundo laboral… y hoy en día un título universitario te sirve en muchos casos para ser mileurista igualmente. Pero bueno, no es eso a donde iba. El caso es que de tanto estudiar se nos ha quedado en el subconsciente la necesidad de formación. Y lo aplicamos en todas las facetas de nuestra vida, no sólo las profesionales. Entre esto y que el acceso a las nuevas tecnologías, internet, es mucho más sencillo y tenemos un montón de herramientas a nuestra disposición, creo que somos madres que nos hemos “profesionalizado”… miramos, leemos, entramos en foros, consultamos… estamos en general, muy al día. Debates como el de ¿Carlos González o Estivill? eran algo que hace unos años ni se planteaban. La gente criaba a sus hijos como quería, sabía o podía y se comía mucho menos la cabeza que nosotras, que vivimos eternamente preocupadas por si lo hacemos bien, mal o regular. Igual que nos exigimos en el trabajo, nos hemos empezado a tomar la maternidad como un trabajo y ponemos todo nuestro empeño en tener éxito. No digo que las generaciones anteriores no se preocuparan… es más bien que era una cosa más natural, daban menos vueltas a las cosas.
¿Educar igual? No queremos hacer distingos en nuestros hijos, pensando en si se van a traumatizar … y a veces pienso que se nos va un poco el norte. Sinceramente, y aunque os suene raro, no creo que sea bueno criar a los hijos exactamente igual. Empeñarnos en “con el mayor hice esto, pues con el pequeño también”. Y empeñarnos de tal modo en el que somos muy poco flexibles.
Creo que tenemos que perseguir idénticos objetivos con todos los hijos, que tengan las mismas oportunidades y en definitiva ayudarles a desarrollarse como personas adultas y autónomas. Y sobre todo, que sean lo más felices posible, que debería ser el objetivo a cumplir por todos. Pero los medios, el modo no puede ser el mismo porque nuestros hijos no son iguales. Ni de coña.
Para mí la clave del éxito está en la flexibilidad que tengamos. Nuestros hijos son distintos y se encargan de hacérnoslo saber muy pronto. Yo descubrí que cosas que funcionaban con la mayor eran completamente inútiles en el caso de la pequeña. La mayor pasaba del pecho, por ejemplo, olímpicamente, en cambio a la pequeña le encanta. La mayor se dormía solita, y a la pequeña o la duermes o no se duerme. Por poner dos ejemplos que todos conocemos y que se debaten constantemente. A mí me hubiese gustado que todo fuese tan fácil como con la mayor, pero no fue así. Y o me adaptaba o por el camino me agarraba una depresión de caballo. En mi caso tenía más claro el tema de la flexibilidad… si no funcionaba, pues a otra cosa mariposa y sin sufrir, pero a mi marido, por ejemplo le costó cambiar el chip más. Tuvo que hacerlo ¡qué remedio! Las cosas no son como queremos, sino como son.
A veces me preguntaba si era justo para la mayor dedicarle tanto tiempo a la pequeña. Y llegué a la conclusión de que cada uno tiene unas circunstancias y hay que vivir con ellas. Cierto, a la pequeña tenía que dedicarle una barbaridad de tiempo, pero también es cierto que la mayor disfrutó de un tiempo ella sola que la pequeña nunca tendrá. Es lo que hay. La pequeña nos pilló más experimentados, mientras que con la mayor era prueba y error. Ni son las mismas circunstancias, ni son la misma niña.
Con la peque he hecho cosas que no hice cuando Aldara era bebé. Pero por contra, a Mencía le he podido dedicar menos tiempo a jugar con ella, a enseñarle a hacer torres, ayudarla a caminar, leerle… por fuerza ha tenido que ser autodidacta. Por supuesto, intentas sacar ratos, pero no es lo mismo cuando tienes a la otra mayor. Así que por un lado quitas, y por otro pones. No actúas igual, ni le das la misma importancia a según qué cosas.
Creo que es importante no perder la esencia. Hay límites que nunca puedes traspasar. Por ejemplo, si estás convencida de que crees en lo que se llama la crianza natural, no vas a aplicar nunca el método Estivill si no se duerme. No tendría sentido. Es importante no traicionarse a una misma y no olvidarnos de nuestros principios. Por fuerza habrá cosas en las que nuestras creencias personales, las que sean, serán más fuertes que en otros temas. Siempre hay cosas que te tocan la esencia y otras que las ves como más accesorias. Es en las accesorias en las que hay que tener flexibilidad para adaptarse.
Y es que creo que actuar exactamente igual con los dos no hace a los niños más felices. El segundo, en general, suele ir a remolque de lo que ha hecho el primero, que puede ser que coincida con él o que no. Y forzarle a llevar un ritmo que no es el suyo no me parece justo para ellos y creo que genera inseguridades y frustración. Por ejemplo, si a uno lo llevas a fútbol puede que al otro no le apetezca y que prefiera jugar al baloncesto. Y que resulte que uno sea bueno, y el otro no. Ralentizar a uno o espolear innecesariamente al otro no me parece justo para ellos. Hay que escucharles, ver sus ritmos, sus necesidades y tratar de solucionarlas. Y a veces serán iguales y otras no.
Sentido común y un idéntico objetivo. Para mí es básico. Yo me siento afortunada porque en mi casa no nos han educado igual, pero nunca han hecho distingos, que es una cosa diferente. En mi caso, yo me pagué el carnet de conducir a fuerza de trabajar y a mi hermana se lo pagaron. Y lo hicieron porque a mí me ayudaron pagándome parte de mi primer coche comprado. Mi hermana estudió fuera y yo no, pero a mí me pagaron otras cosas. No sé. Siempre tratan de ser equitativos aunque generalmente el medio por el que se concreta suele ser distinto porque mi hermana y yo somos muy distintas y tenemos distintas prioridades. Nunca me he sentido agraviada, ni que me hayan hecho de menos, aunque nuestras oportunidades no hayan sido idénticas.
En fin. Yo pretendo aplicar el mismo método con mis hijas, a ver si me sale…
Una respuesta a «Yo a mis hijos los educo igual»
Yo que estoy embarazada de mellizos de distinto sexo también me planteo si les educaré igual. Con ambos será «ensayo-error», pero cada uno será distinto y, afortunadamente, aprenderemos a dar a cada uno lo que necesite.
Lo que sí tengo claro es una máxima que ha sido siempre una guía para mí: «lo que es bueno para uno, lo es para el otro». Me refiero sobre todo a la igualdad de oportunidades. Me explico: si considero que es positivo que la niña sea sensible y tierna, también lo será que lo sea el niño. Y si por el contrario, que el niño sea bueno en el deporte y competitivo, también favoreceré eso en la niña.
Creo que es en lo que más he cuidado tendré respecto a «educarlos igual». El resto va a tener que ser aprendizaje (por nuestra parte).