Este viernes in extremis le dieron entradas a mi marido para ir a ver el Disney Live: Mickey’s Music Festival. Conocíamos de su existencia (fundamentalmente porque llevamos un tiempo en el que el Playhouse Disney es nuestro canal de cabecera para las niñas), pero lo cierto es que no habíamos terminado de decidirnos: por un lado estaba el coste de las entradas y por otro que mi hija mayor es bastante cagona y toooooooodo le da miedo. Cualquier bicho disfrazado hace que se muera de miedo: por supuesto le dan miedo los capirotes de Semana Santa, los cabezudos e incluso el ratón del parque de bolas cercano a nuestro colegio que les viene a buscar cuando hay función infantil. Así que claro, sumado lo uno y lo otro no habíamos contado con él. Pero nos dieron las entradas y la cosa cambiaba mucho. Tuvimos que negociar un montón, enfadarnos y todo pero al final nos llevamos a las dos pequeñas y a la mejor amiga de la mayor a verlo.
¡Y menos mal que la medio obligamos porque le encantó! Yo no estoy a favor de obligarla a hacer cosas que no quiere, pero una cosa es obligarla a cosas que sé que no le van a gustar y otra cosa muy distinta es presionarla para cosas que sé que en el fondo es la pereza de probar algo nuevo y que le van a encantar. Como así fue, de hecho. Así que con la promesa (cierta, además) de que si no le gustaba nos levantábamos y nos íbamos acudimos al Pabellón Príncipe Felipe este viernes a verlo.
Como son los de la Disney… la verdad es que son los reyes de estas cosas. Jamás había visto yo tal despliegue de medios publicitarios en ningún espectáculo de nada en mi vida, ni siquiera en conciertos de mayores. Cada metro había un stand que vendía algo (y todo muy «suculento» para los niños, a los que se les iban los ojos) y no sólo eso, además había personas subiendo y bajando las escaleras continuamente con todo tipo de pingos. Algodón de azúcar con un gorro de Flounder de la Sirenita (con lo que aunque había mucho, si ibas con dos niños tenías que comprar dos), vasos con bebidas, palomitas en un cubo precioso, unos cacharros que hacían luz y sonido… menos mal que estábamos en el centro y no los teníamos cerca porque si no, nos hubiera tocado discutir. Yo, rata como soy para estas cosas, y oliéndome el sablazo, me había ido con un pack de botellines de agua y patatas como para una boda para evitar tentaciones. Y conseguimos salir de ahí sin haber gastado un duro. ¡¡¡¡¡Oeoeoeoeoe!!!!!
Como digo, los de Disney son la leche para estas cosas. El espectáculo tiene todo el sonido grabado, desde que empieza hasta que termina, de manera que sabes exactamente lo que va a durar: 90 minutos, con un cuarto de hora de descanso. Ni uno más, ni uno menos. Y demuestran un control de los tiempos brutal porque mi hija pequeña, que sólo tiene un año, consiguió aguantarlo de maravilla. Al final de los dos actos ya estaba un poco movida, pero vamos, para lo que podía haber sido, una cosa muy razonable.
El espectáculo tiene como hilo vertebrador a Mickey, Minnie, Goofy y Donald (se echa un poco de menos a Daisy, que es, además, la favorita de mi hija) y sirven para dar entrada a los tres subespectáculos que contiene el show: Aladdin, la Sirenita y Toy Story. Una suerte además, que sean esos porque la Sirenita nos encanta, Toy Story es de las pocas pelis que ha visto en el cine y de Aladdin, aunque no la ha visto, nos encanta Jasmin. De hecho, ese último, que es el primero en el tiempo, fue el que más nos gustó.
El espectáculo es una chulada porque tiene todas las voces originales que son las que los niños reconocen y quieren. Por supuesto, aunque teníamos dudas, las canciones están en español, así que cantamos como locos. Hacia el final les enseñan un bailecito, y piden que los niños se levanten, así que es, a pesar de estar grabado, relativamente interactivo.
Lo cierto es que está fenomenal. Cuentan con una pantalla grande en la que van proyectando cosas que complementan lo que se va viendo en vivo y que está fenomenal sincronizada. El escenario no es muy complicado, pero da pie a que se pueda representar todo de manera muy visual. Nos gustó mucho.
Cuando terminó estábamos todos tan emocionados que casi nos morimos de la risa cuando la amiga de mi hija suelta «Y ahora… otra vez». Tengo a mi hija, la que no quería ir, diciéndome que cuando vamos otra vez. Por más que trato de explicarle que cuesta mucho dinero y que se van a ver a otros niños a otras ciudades, no lo entiende. Dice que vayamos. Y la pequeña, emocionada de la vida. Aplaudía como una loca, bailó una barbaridad y se lo pasó cañón.
Una experiencia magnífica y muy recomendable. Ahora, eso sí, como no las llevemos al Disney On Ice cuando vengan… ¡¡¡¡le da algo!!!!
La gira aún tiene que pasar por Bilbao, Vigo, Vitoria y Madrid, así que si podéis, yo os lo recomiendo muy vivamente.
Una respuesta a «Disney Live: Mickey’s Music Festival»
Zaragoza
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