No me puedo quejar: soy una persona con suerte. Hace seis meses más o menos que empezamos a planear este viaje que hemos hecho a Bruselas y alrededores este puente y cuando contratamos los billetes de avión la salida estaba prevista a las 7 y pico de la tarde. Hace cosa de un mes la adelantaron a las 4 de la tarde, y menos mal, porque fue llegar a Bruselas con diez minutos de adelanto, poner las noticias españolas y darnos cuenta de la inmensa potra que tuvimos. Ningún problema a la ida, y a la vuelta un retraso de una hora por el mal tiempo, que visto lo visto era lo menos que nos podía pasar.
Ha sido un viaje realmente divertido, con amigos y sin niñas. Adoro a mis hijas, pero de vez en cuando unos días así (tres) sin ellas son de lo más reconfortante. Las he echado de menos, cómo no, y a la vuelta la mayor se ha dedicado a «castigarme» por haberla dejado, pero en general ha sido un viaje estupendo.
Todo el mundo nos decía que Bruselas era feo con avaricia, que tiene la Grand Place y el Atomium y pare usted de contar. A mí la verdad es que no me lo ha parecido. Será por la época del año en la que hemos ido o por lo que sea, pero a mí me ha encantado. Ayuda, y mucho, que toda la ciudad se preparaba para las fiestas. De hecho, el día 5 era San Nicolás, el equivalente de los Reyes Magos de España. Estaba todo precioso, lleno de mercadillos navideños allá por donde fueras y de nieve a mansalva. De hecho, justo detrás de nuestro hotel, en la plaza de Santa Catalina había hasta una pista de hielo, bastante más modesta que la del Rockefeller Center, pero muy apañada. También nos encontramos otra en Brujas.
Nos cayó la del pulpo… ¡¡¡Un frío!!! Es cierto que el tiempo fue mejorando conforme pasaban los días porque llegamos con el termómetro marcando -10 grados. Nevó, nos hizo hasta ventisca y también llovió. Yo no pasé demasiado frío porque iba que parecía el muñeco de Michelín de tantas capas que llevaba. Mi marido estaba sexi perdido con sus marianos también… Pero lo que nos reímos.
Visitamos cuatro ciudades: Lovaina, Brujas, Gante y Bruselas. Os he traído un montón de fotos para que lo podáis ver porque además, hábil de mí, me fui con la cámara sin tarjeta (menos mal que había Fnacs a cada vuelta de la esquina) y con el objetivo de 50-200 mm. Es decir, que panorámicas, poquitas. Eso sí ¡me han salido unos detalles!!!! Hay que verle el lado positivo… Me inflé a hacer fotos de la ciudad visto que para sacar fotos de grupo lo tenía complicado, salvo que me fuera a la otra punta de la plaza.
Me gustó todo mucho en general. Además, íbamos con un guía italiano que hablaba un perfecto español con el que aprendimos muchas cosas. Y también nos reímos, porque la verdad es que de vez en cuando hacía unas traducciones literales de su idioma que eran la monda. Nos enteramos de que Leopoldo II era un «comecuras» y que había una ventana en un edificio para los «pichones voladores» (o sea, las palomas mensajeras). Pero vamos, que esto es por rizar el rizo, ya me gustaría a mí dominar cualquier idioma como hacía nuestro Pasquale.
Una de las cosas que más me gustaron en general fue lo bonitos que estaban todos los comercios. Todas las ciudades tienen un montón de tiendas chiquitinas y la verdad, no había visto nunca unos escaparates puestos con tanto gusto. Daban ganas de entrar y arrasar. En Bélgica lo suyo es ponerse hasta las trancas de chocolate. Ahora en Navidad, en los puestos de la calle podías además tomar vino caliente (que dejaba un bonito pestazo por todos los alrededores), gofres y también salchichas. ¡Qué buenas!
De todas maneras, los belgas son un pueblo peculiar. Bastante tiesos, nos tocó discutir con los conductores de los autobuses a menudo. Pero bueno, belgas era lo que menos veías… pese al caos aéreo estaba llenito de españoles allá por donde fueras. A mí me sorprendió la costumbre de vestir al Manneken Pis (que por sus dimensiones me recordó al Torico de Teruel, realmente minipún) según la fecha del año. Ese engendro que podéis ver en la foto de Bruselas es él, aunque no lo parezca. También por lo visto, debe hacer pis de diferentes productos, en épocas concretas del año. En la nuestra era agua, sin más, pero parece ser que hay algún día del año que mea cerveza y las cogorzas son antológicas.
Para los niños había un montón de cosas. En las tiendas, por supuesto, en vez de zapatos había botas (era lo suyo), y muchísimos juguetes artesanales. La marca de cochecitos que más se veía era Quinny, del que había una auténtica avalancha.
Por lo demás, recordar a nuestro azafato de Ryanair que se dedicó todo el viaje de ida a hacer traducciones «libres» de lo que decían muy seriamente en inglés. Casi nos hacemos pis de la risa porque aquello era de todo menos serio.
En fin, vuelta a la normalidad, pero con los ánimos y las fuerzas renovadas…
2 respuestas a «Bélgica Mon Amour. Visitamos Bruselas, Gante y Brujas»
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