A mí me rechifla mirar las páginas centrales del ¡HOLA! donde salen, en blanco y negro los pijos más pijos de este país. O lo más quiero y no puedo, no sé, que no conozco sus posibles. Pero me fascina esto de que tengan dos o tres nombres, cada apellido conste de mil «de» y guiones, esos rubios tan rubios, esos trabajos tan glamourosos. Que yo en mi próxima vida me pido rubia natural y pija, pero de verdad.
De momento, me tengo que conformar con ser una pija de barrio, que eso sí que es el súmmum del quiero pero no puedo. O sea, básicamente ser como todo el mundo que me rodea, pero sabiendo que tengo alma de pija. Porque ni el culo, ni el pelo, ni el nombre ni los apellidos, ni por supuesto el bolsillo. Eso sí, de colegio de pago. Pero ya no es lo que era siquiera. Porque además yo era de las del barrio, ni siquiera vivía en el centro que era lo más «in». En fin. Por lo menos les he puesto a mis hijas unos nombres para que si tal, puedan hacerse pasar por pijas más adelante.
Va a ser que no, me temo. En mi casa, más que de pijos tenemos de sindicalistas. Yo no, porque no es nada chic y me limitaba a hacer de movimiento estudiantil cuando estaba en la universidad. Eso sí, lo hacía estupendamente, oponiéndome a todo con mucho glamour y estilo. Un día a las tantas de la mañana y con una amiga cocida como un piojo (yo nunca he necesitado darme a la bebida para hacer el canelo en público) nos recordábamos en plan exaltación de la amistad nuestro lema vital «Dignidad y glamour». Esto mientras negociábamos con un muchacho que pasaba por ahí y que no conocíamos de nada el llevarnos a casa a las 6 de la mañana un kilo de castañas para asar. Una cosa superdivina y glamourosa. Estoy segura de que a la Lomana le pasa todos los días.
Pues eso, que tanto pijerío, y tanta tontería y al final en el único momento en que ejerzo de patronal es en la negociación colectiva con mis hijas. Que me han salido sindicalistas perdidas. Son dos perfiles bastante diferentes, pero tienen un objetivo común: mejorar las condiciones de vida de los pegotes (o sea, de ellas). Y se aplican, vaya que si se aplican.
Aldara es el perfil sindicalista protestón. Primero suele utilizar tácticas de guerrilla (o sea, mientras no me digan lo contrario yo puedo hacer tal cosa, o directamente hacemos como que no hemos oído) y después, en el fragor de la batalla saca sus dotes de persuasión como arma mágica.
Madre (yo): Venga, cariño, vístete que nos tenemos que ir
Aldara: ….
Madre (yo): ¡¡¡¡ALDARA!!!!
Aldara (que está embobada viendo la televisión da un respingo): ¿Qué?????
Madre (yo): ¡¡¡¡Que te vistas!!!
Aldara, a paso de tortuga comienza a mover el trasero, pero de manera muy leve. Mientras, no le quita ojo a la televisión. Entre tanto Mencía ha ido a la habitación de Aldara y nos ha traído algo así como quince bragas y cinco camisetas, vamos, todo lo que ha pillado del cajón.
Madre (yo): Al-da-ra…
Aldara: Joesque…….
Madre (yo): Ni joesque ni joesca (al más puro estilo drama mamá)
Aldara: Ese vestido no…
Madre (yo): Pero si estás tan guapa… (y dándole las gracias al cielo porque en el colegio llevan uniforme)
Aldara: No, pero es que quiero el de la Hello Kitty que me puse ayer
La Madre (yo) piensa que ese vestido tiene más mierda encima que el palo del un gallinero porque se dedicó a jugar en el arenero de debajo de casa, que una cosa limpia, precisamente, no es. Pero claro, como tiene a la puñetera gata, pues la niña se lo pondría todos los días uno detrás de otro, hasta que acabara con agujeros. Igual es así como comenzó la moda de ir con los pantalones rotos o deshilachados, la inventó alguien que le tenía mucho cariño a alguna prenda… mmmmmmm, listo, listo…
Madre (yo): Cielo, pero que es que está para lavar
Aldara: JOOOOOOOOOOOOOOO
¡Os lo dije! Es persuasiva hasta decir basta. Tiene unos razonamientos de altura. JOOOOOOOOO. Y eso vale para todo. Vale para cuando no se puede poner el vestido que quiere, vale para cuando no quiere dejar de ver la tele para peinarse, vale para cuando nos tenemos que ir y justo entonces le entran ganas de dibujar una princesa. Da igual. Con JOOOOOOOOOOOOO lo solucionamos todo.
Y claro, quince JOOOOOOOOOOOOOOOs más tarde, la mesa de la negociación colectiva se va a tomar por saco
Aldara: JOOOOOOOOOOOOOOOO
Madre (imbuída en el espíritu de la Drama Mamá una vez más): ¡Ni JO, ni JA!. Te vistes y si no apago la tele. Y te vistes ya. Que si no te quedas en casa.
A mí a esas alturas el espíritu conciliador lo tengo de vacaciones en el Caribe. Estoy hasta el mismo moño de tratar de que mueva el culo a un ritmo razonable (y coño, entre semana nos levantamos casi con hora y media y acabamos yendo corriendo casi siempre) así que básicamente mis discursos se suelen ajustar al siguiente esquema:
SI NO (te vistes / desayunas / llevas el vaso a la cocina / te pones los zapatos / te peinas…)
ENTONCES (te apago la tele / te quedas aquí y yo me voy con tu hermana)
Puro silogismo. Conciliador, lo que se dice conciliador no es. Más bien se enclava dentro del chantaje emocional, pero a esas alturas lo que quiero es irme y a poder ser no llegar tarde. Porque eso mira que lo llevo mal. Yo que siempre he sido una persona muy puntual, ahora con las niñas me cuesta horrores. Lo intento y lo suelo conseguir, pero coñe, es que hay que hacer un plan de marketing para conseguir salir de casa con ellas «in time» («on time» ya ni lo intento). Es terrible.
Así que ella se cabrea y yo estoy ya hasta las mismas narices, de la niña, de la tele, de la Hello Kitty y si me apuras de Chanquete, que al pobre no le han dado vela en este entierro pero estoy tan harta que me acuerdo hasta de él.
Estoy de las negociaciones… hasta no sabéis donde. Esto de tenerlo que negociar todo me agota. Tener que dar explicaciones de porqué esto, de porqué lo otro, de porqué lo de más allá. Y las doy. Las doscientas primeras veces. La doscientas-una la explicación es «PORQUE SÍ, PORQUE LO DIGO YO QUE SOY TU MADRE». Muy educativo. Lo sé. Pero relaja…. es la manera light de mandarla a la mierda sin mandarla. No sé si me explico. O sea, como eres pequeña no te puedo mandar a escaparrar (¿no?) pero me reservo el comodín de la llamada de decir «porque sí».
Aldara es la protestona, pero la que no tiene prisa por sacarme de mis casillas. Mencía en cambio, va al grano. Ella cree que por derecho divino le corresponde coger esa copa que tienes en el aparador y estrellarla contra el suelo y lo hace. Al fin y al cabo, yo soy el patrón malvado que la explota. O algo así debe pensar. Hace lo que le pasa por los mismísimos, cuando le pasa por los mismísimos. Y tú ya le puedes decir misa, cantarle las cuarenta (o la traviata, el efecto es el mismo) que ella erre que erre. Tiene la cabeza como un adoquín.
Y llegado el caso, si no consigue lo que quiere, ella utiliza la técnica de intentar ganar por agotamiento. O sea, me pongo a berrear para que me oigan en un kilómetro a la redonda y así saco de quicio a mis padres. Más mona. Cuando se pone así, es adorable adorable. Te dan ganas de adorarla, si, de meterla en el horno para que se dore. Y así se calle.
Afortunadamente para todos, Mencía es parca en palabras (o sea, no habla) porque entre la mala leche, los berreos infames y demás, lo que me faltaba, ponerme a negociar también con ella.
Así que estamos de entretenidos en casa.. cualquier día la que hace huelga general soy yo ¡¡¡y que les den a todos!!!!!!
3 respuestas a «¡Que mis hijas son unas sindicalistas!»
Jjjjj por favor lo que me he podido reír madre mía.
Como consuela no ser la única.
Yo me he propuesto como reto «no más gritos» a mis hijos de 3 y 4 años. Pero tiene tela la cosa jj
Así que para animarme yo misma a mi misma me he puesto a contarlo en un blog.
Que como me ha dicho alguno «estás como una cabra», pero oye y lo bien que me sienta qué?
Si te apetece puedes echarle un vistazo y ya de paso me dices si estoy como una cabra jj
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[…] antisistema. El problema, o mejor dicho, SU problema, es que el sistema en su caso soy yo. Y que tampoco tienen edad para tomar la calle. En realidad no tienen edad, directamente, para salir a la calle solas. Así que como esto no […]
[…] de implacable brazo ejecutor que el de juez, así que si hay algo que me da una pereza infinita es tener que mediar en las disputas entre mis hijas. Básicamente porque, si de las ganas me valgo, lo resolvería con la nada didáctica estrategia de […]