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Maternidad

Cuando la lactancia materna no va tan bien como debería

No seré yo la que discuta que dar el pecho a los niños es lo mejor. Es algo de lo que estoy completamente convencida. Me parece la mejor opción y sus beneficios son incuestionables.

Llevo muchos años por estos mundos de Internet, y varios ya en el mundillo de la crianza de los hijos. Cinco y medio. Para ser más exactos. En todo este tiempo he oido múltiples quejas de las personas que eligen la crianza natural sobre las dificultades que se encuentran en su día a día, lo mal que les miran por hacer determinadas cosas, lo incomprendidas que se sienten. Cosa que me creo. No seré yo la que enmiende la mayor a nadie, porque si alguien lo cuenta será porque es verdad. Me niego a pensar que alguien que se queje lo haga por deporte.

niña bebiendo leche

Pero sí que a veces tengo la sensación de que se deja de dar «otra» visión. Estos días hemos recibido mis amigas y yo un correo realmente angustiado de otra amiga que no vive cerca (porque las ganas que nos han entrado a todas de ir a darle un abrazo, como comprenderéis, han sido muy grandes) pidiéndonos ayuda con la lactancia materna.

Su caso, el de una persona con estudios, preparación, rodeada de un enjambre de amigas que somos madres y que estamos deseando contar nuestra experiencia como tales. Cuando se quedó embarazada empezó a leer compulsivamente, a informarse sobre lo que le esperaba y lo que no, para prepararse a conciencia para lo que iba a venir. Leyó de todo. Sobre métodos de crianza, sobre el parto, sobre lo que se debe y no se debe hacer, y mucho sobre la lactancia materna. Y de lo que no leyó, preguntaba. El caso es que su hijo nació hace cosa de un mes y su correo, lleno de angustia, versaba sobre éste último tema. Su experiencia con la lactancia materna no estaba siendo lo que esperaba. Ni de lejos.

Como digo, no es una persona a quien la lactancia pillara por sorpresa. Conocía las dificultades, sabía los problemas a los que podía enfrentarse, tenía toda la información. Es una persona concienzuda y se lo había tomado en serio. Y a esto se sumaba que estaba realmente motivada para dar el pecho.

Cuando nos contaba lo que estaba pasando, me empezaron a venir flashes de mi primera lactancia con Aldara. Ella contaba que la experiencia no estaba siendo nada gratificante y que se había preparado para casi todo, para soportar el dolor del parto, para las noches en vela, para cambiar culos apestosos, pero que lo que estaba viviendo le sobrepasaba. Y la entendí, vaya que si la entendí. Porque yo cuando nació mi hija mayor pasé exactamente por lo mismo.

A veces, como decía, oigo quejarse a la gente prolactancia quejarse del poco apoyo social que reciben para dar el pecho a los hijos. Y yo hoy lo que quiero contar es precisamente lo contrario, lo solas que se pueden sentir algunas madres que a pesar de estar convencidas de que es lo que quieren tienen dificultades enormes y se plantean pasarse a la lactancia mixta o a la artificial. El sentimiento de culpa, ese dichoso, que aflora en nosotras a todas horas.

Mis experiencias con la lactancia son completamente diferentes. Para la primera, como mi amiga, me había preparado, leído, mentalizado. QUERÍA dar el pecho a toda costa. Y me encontré con un horror de dificultades. Aldara era un bebé tremendamente dormilón y a pesar de que yo quería darle el pecho la cosa no iba como a mí me gustaba. No tenía nada que ver con grietas o con dolor. Simplemente es que era realmente desesperante. Me podía tirar literalmente horas con la niña en el pecho, de seguido, con la otra comiendo, durmiéndose y demás. Me sacaba de mis casillas. ¿Donde estaba esa sensación tan placentera? ¿Dónde estaba ese vínculo? En mi caso, mi hija estaba claro que no disfrutaba y eso hacía que yo tampoco. Era parte de un círculo vicioso… ella como se quedaba dormida y no había forma humana de despertarla, me estimulaba menos a pesar del rato y rato que podía tenerla encima (porque no mamaba con fuerza y ganas, sino que se iba quedando sopa cada equis), eso hacía que a mí no me subiera la leche en condiciones, que tuviera menos cada vez y que cada toma fuera un suplicio. Acabé HARTA.

Me ponían directamente de los nervios los consejos que recibía. ¿Has revisado la postura? Que sí, claro que sí. Hasta me la miró una matrona de la liga de la leche o similares. Pues despiértala. Sí, claro, anda a ver si puedes tú, porque yo desde luego bien que lo intento y nada… Es que el pecho es lo mejor. Es supergratificante, no lo dejes. El vínculo, ya sabes. Me daban ganas de GRITAR. O de mandar a la mierda a algunos directamente que se metían donde nadie les llamaba. Mi agobio iba cada día en aumento, mi sentimiento de culpa, mi malestar, mi terror a que llegara la siguiente toma era tremendo. ¿Que se disfrutaba? Para mí pensar en que la peque iba a tener hambre en breves era como pensar que pronto me iban a clavar alfileres por todo el cuerpo y no precisamente en plan acupuntura. Me desesperaba sólo de pensarlo.

Hasta que llegó un día en que me miré a mí misma y pensé ¿Pero Sara, qué coño estás haciendo? ¿En serio compensa? Y llegué a la conclusión de que en mi caso concreto, no. Lo beneficioso que pudiera estarle pasando con la leche materna sin duda se anulaba con el estado de estrés que teníamos las dos. Y ese día decidí que le daría el pecho, pero un tiempo que yo considerara razonable, que yo fijé en 3 cuartos de hora, y si pasado ese tiempo seguía irritable y con sensación de que pudiera tener hambre, le arrearía un biberón y santas pascuas. Obviamente era consciente de que no estaba haciendo lo «supuestamente correcto». Sabía que eso supondría meterme más en un círculo vicioso, que estimularía menos al cuerpo, que lo engañaría y cada vez produciría menos leche. Eso lo sabía. Pero aún así lo hice, y lo volvería hacer.

Mi hija nació en septiembre y aguanté hasta diciembre. Llegado a ese punto decidí quitárselo sin que supusiera más que una liberación para ella y para mí. Ni ella ni yo lo echamos en falta ni un segundo. ¡Qué hartura! y entonces me tocó oír lo de que el pecho era buenísimo, que qué hacía, que si esto que si lo otro, que si lo de más allá. Pero a esas alturas ya me daba todo lo mismo.

Cuando estaba embarazadísima de Mencía me planteé muy en serio no darle el pecho directamente y tirar de biberón. Acabé tan cansada, tan agotada mentalmente de la experiencia de su hermana mayor que no estaba nada por la labor. Pero nada de nada. Y si al final le di el pecho fue, básicamente, porque todo el mundo con el blablabla de la lactancia materna, sus beneficios etc me volvieron a hacer sentir culpable si no lo hubiera intentado. Fue un intento con una premisa muy clara: yo no volvía a pasar lo mismo que pasé con Aldara. Si había problemas, nos pasábamos al biberón, pero de cabeza.

Y lo que son las cosas. Mi motivación era cero y en cambio esta vez todo salió bien. Le di el pecho hasta que ella quiso, con 13 meses. Y hasta me dio pena que no quisiera más. Si hubiera sido por mí hubiera continuado más tiempo. No es que fuera un camino de rosas, sin dificultades, pero en serio, el dolor físico hasta que los pezones se me hicieron, no era nada comparable con lo que sentí la primera vez. Mencía comía también a todas horas. Recuerdo estar a todas horas con el pecho fuera alimentando a mi pequeña mamona. Y además, tampoco he sido de cortarme… yo le daba allá donde me pillaba. Lo mismo en un banco, que en una comida familiar, que en el salón de actos del colegio de la mayor viendo el festival de jota, que en la cafetería del Corte Inglés. Me daba igual.

Os lo prometo. Jamás me sentí cuestionada, ni acosada, ni mal mirada, ni nada por el estilo. Me sentía mucho más observada para mal y más «agredida» (si es que es el término adecuado) cuando sacaba un biberón para dárselo a la mayor que entonces. Cuando sacaba el biberón notaba que me censuraban, en cambio cuando me la ponía al pecho parecía que el resto me vieran como una Madonna.

Quiero decir con todo esto… que en todas partes cuecen habas. Si le das el pecho cuando el niño es mayor, te mirarán mal. Si le das un biberón cuando es pequeño, te mirarán mal. ¿Dónde está la frontera? ¿Dónde está el límite de lo aceptable? Yo creo que no lo hay. Creo que la lactancia tiene que ser una experiencia bonita y satisfactoria para ambos, y mientras lo sea, alabado sea el señor, tenga el niño tres meses o tres años. Pero si no lo es, no lo es. Hay que intentar que el sentimiento de culpa no nos bloquee y nos deje pensar con claridad.

La gente se mete donde no le llaman. Aquí y en Pekín. Y no tenemos que estar dando explicaciones de porqué hacemos una cosa u otra. A mí, particularmente, me molesta mucho eso de que la gente no da el pecho por desinformación. Por supuesto que sí que habrá gente que no lo dé por eso, pero jode mucho cuando SÍ te has informado y te zampan esa frase. Tanto como puede joderle a quien da el pecho porque le sale de los santísimos cuando el niño corre y va al cole. Lo mismo. Porque estamos dando por hecho que la gente es lerda y toma las decisiones al tuntún. Igual de lerdo me parece el que critica a la madre que le da el pecho a un niño considerado mayor (si a él le gusta, a su madre también ¿qué problema hay?) que el que presupone que la madre que da biberones lo hace por puro egoísmo.

Y es que dar el pecho o el biberón debería ser una decisión en la que no se tendría que meter nadie. A mí me parece tan bien el caso de una madre que ante las dificultades que se encuentra se pasa al biberón porque quiere, porque le da la gana, o porque se ve sobrepasada, que la que lo hace porque simplemente no le apetece de primeras dar el pecho, por las razones que sean. Obviamente es necesario poner la información a disposición de quien la quiera, repito DE QUIEN LA QUIERA. Pero a veces un exceso de información recibida de manera machacona se puede percibir de una manera tan agresiva como cuando se critican las lactancias prolongadas.

Creo que el secreto está en respetar, y hacerlo de verdad. Estar al lado de las personas, ayudándoles si te piden ayuda, confortándoles si lo necesitan, y sobre todo, hacerles sentir que no van a ser juzgadas hagan lo que hagan. Tanto con una cosa como con otra. Poner a trabajar la empatía. Una madre recién parida con dificultades está en un momento sensible de su vida. ¿O no recordamos que el primer mes de nuestros bebés parece que fuera un siglo? ¿Lo lento que pasa el tiempo? ¿Cómo estábamos nosotras? Ayudemos, y hagámoslo de verdad.

Esto no pretende ser un alegato a la lactancia mixta, ni para que las madres no den el pecho. Repito que creo que la lactancia materna es lo mejor y puede ser una experiencia preciosa. Pero he vivido en mis carnes ambas dos cosas y sé cómo se siente una en ambos lados de la barrera. Ayudemos y comprendamos a las personas.

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

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