En mi familia estamos especializados: a mí me chiflan las tronas como concepto creativo y en cambio mi cuñada se vuelve loca con las cunas. La familia que diversifica unida, permanece unida. Hace unos días me hizo llegar dos cunas que le habían encantado y que son cuando menos peculiares.
Esta es la primera: Hecha por el Dripta Design Studio es una actualización de un modelo clásico suyo, el modelo C. Es de poliestireno y nogal en el interior y se fabrica en el Reino Unido bajo pedido. Ni idea de a qué precio, pero seguro que barata no es. A mí como concepto me gusta, me parece realmente bonita, la única pega que le veo es que costará un pastón y cuando el niño crezca esto se le queda pequeño en dos patadas.
Claro, yo es que hablo desde el punto de vista de «mi presupuesto es limitado y hay que ser lo más práctico posible». Hay cosas que me encantan, pero si no están pensadas para durar mucho tiempo, aunque sea reconvertidas en otra cosa, no me interesan. ¡No lo puedo evitar! Viene en los genes, parece ser…
Otra cuna que abunda en similar concepto, replegándose sobre sí misma (algo realmente acogedor), es esta otra. La podéis encontrar en Weylandts y también tiene un precio indeterminado. Era propia de un faraón, aunque a mí me recuerda más a la cesta en la que viajó Moisés (sí, ya, bueno, a la que yo mismamente me he imaginado, de momento lo de los viajes en el tiempo no lo tengo dominado) por el río y que ha dado nombre a ese tipo de cunas. Imaginativa que es una.