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Maternidad

El odiado momento de irse a la cama.

Érase que se era una familia que tenía una única hija. Una princesita que comía fenomenal, y sobre todo, dormía de la muerte. Por la noche su mamá iba a contarle cuentos, le rascaba la tripa y la espalda, se contaban confidencias y tenían su ratito. Y cuando la mami tenía a bien se iba de la habitación y tres milisegundos más tarde la niña estaba como un tronco.

el odiado momento de ir a la cama

¡Qué tiempos aquellos!

Luego vino el Tío Paco con las rebajas y la familia se duplicó y vino Doña No-Me-Duermo-Así-Me-Maten. Y aquí estamos, hasta los mismísimos, de la pequeña, de la mayor que ahora aunque cuando consigues que se duerma cae como felipón se hace la remolona todo lo que puede y más. Y la mami, hasta más arriba de las pelotas.

No estoy harta, estoy LO SIGUIENTE. De verdad, cuando se acerca la hora de dormir me muero de pereza porque sé lo que me espera. Un horror de lágrimas, de quejas, de protestas y de todo. No soy nada partidaria de Estivill (antes de que alguien lo sugiera), aunque hay veces…

Y es que a Mencía se la trae al pairo todo. Con ella sólo sirve armarse de paciencia, y hay días en los que ésta anda escasa.

A mí no me importa dormir con ellas. Con Aldara era un gustico que nos dábamos y más felices que para qué. Pero Mencía es harina de otro costal. Hay días en los que es asesinable. Dicho así, sin más paliativos. Si yo me acuesto pronto, no me importa echarme a dormir con ella. Pero eso implica que a continuación viene la otra, el perrito, la Jelou kitty y estamos más gente ahí que en la guerra. Mi marido hay veces que renuncia y no las lleva de vuelta a sus respectivos dormitorios, otras sí. Porque ahí, ni queriendo, cabemos todos. ¡Se mueven mogollón!.

Los días que Mencía está por dormirse, tira que te va. Al final, hacinadas, pero nos dormimos mal que bien. Pero si no le sale del moño dormirse, no duerme ella ni ninguna. Mi marido la saca y se la lleva a su cuarto. Y hala, a llorar. Intentamos razonar con ella: cariño, si te quieres dormir con mamá y Aldara no hay problema, pero es hora de dormir. Y ella venga a llorar. La trae de vuelta y se calla. Pero empieza a porculear otra vez. La misma historia. Hasta que en una de estas cae redonda porque hace rato que estaba claro que tenía mucho sueño. ¡es que si no tuviera sueño, la de aquel, pero es que está que se cae!

Eso, si yo me quiero acostar a la hora de las gallinas. Si por lo que sea no quiero irme a la cama a las 9,30 de la noche (que reconozco que muchos días acabo acostándome a esa hora, durante el curso escolar, en verano es otra historia), ya tenemos el lío armado. ¡Casi tengo que estarles explicando a mis hijas porqué no quiero acostarme tan temprano! Y básicamente, así entre nosotros, es porque me levanto con las niñas, como con las niñas, estoy mientras las niñas hacen caca, coño, quiero un rato para mí, sin mamamamamama pipipipi miraloquehago. ¡Necesito un rato de respirar!

¡Qué hartura! Hoy he acostado yo a Mencía y me ha tenido UNA HORA de reloj en su cama. Una hora viendo los minutos pasar, escudriñando en su respiración a ver si caía de una santa vez. Parecía que sí… y cada vez que me levantaba se movía un poco y medio segundo más tarde ya estaba con el «mamamama alliiiiiii» que quería decir que ya me podía ir sentando en la cama otra vez.

El problema es que sé que dejarla llorar no soluciona nada. A veces coge la marcha de llorar y se le olvida porqué estaba llorando. Y como grita la puñetera… me da dolor de oídos, literalmente. Noto como el tímpano tiembla y se curva. Es insufrible. Es como estar en una discoteca al lado de un bafle a toda marcha. Diréis, pues no la dejes llorar. Sí, claro, como si fuera tan fácil. Es que llora, vas, e intentas consolarla y le da lo mismo. La tienes en los brazos intentando calmarla, la acaricias, le cantas y como si le recitas la tabla periódica de los elementos. Lo mismo le da que le da lo mismo. Es que ni atiende a razones, ni escucha, ni nada. La única manera de que se digne escucharte es decirle con firmeza pero muy tranquila, Mencía, si vas a llorar lo mismo si estoy o si no, me marcho y cuando te calmes vuelvo. Te marchas y grita más, pero cuando vuelves (a veces hacen falta dos o tres veces) al final consigues que razone.

Pero claro, todo esto es agotador. Para un día bueno que tiene tiene veinte horrorosos. Ahora en verano parece que está mejor porque se cansa más y quieras que no, el cansancio hace que se resista (un poco) menos. Sobre todo es el rollo de que llega la hora de dormir y me entra un miedo del infierno. Es que me da pánico.

Sé que es, en el fondo cuestión de madurez. Al principio cualquier movimiento que hacía para salir de la cama, cuando era un bebé, hacía que se despertara y llorara. He llegado a darle el pecho sentada en la taza del váter para que no llorara a las cuatro de la mañana. Hemos mejorado: no se despierta tanto y es capaz de dormir algunas noches del tirón. Pero todavía nos queda y jooooooooooder… tengo unas ganas de que se vaya haciendo mayor para que esto mejore ¡¡¡que no lo sabe nadie!!!

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

10 respuestas a «El odiado momento de irse a la cama.»

Me troncho de risa con tu blog. Tengo una niña y un niño y en mi caso la mayor fue como tú menor… las q he pasado!. El Segundo también da por saco pero claro, imposible llegar al nivel. Les quiero mucho aunque les devolvería de vez en cuando… me anima leer tus historias y sentirme identificada

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