Estas Navidades estuvimos en casa de unos amigos muy queridos de Madrid. Mencía estaba la pobre hecha polvo y Aldara, en su línea, no quería ir de ninguna de las maneras. Por supuesto, luego no quería volver. Hizo muy buenas migas con Elena, la hija mayor de nuestros anfitriones, tanto que la segunda noche durmieron las dos juntas en la misma cama. Era su primera vez y a mí me dio mucha ternura verlas a las dos ahí juntitas.
Total, que esta semana Aldara y su mejor amiga salieron diciendo que se querían quedar a dormir las dos en casa un día. En realidad, lo que decían era que se querían quedar YA a dormir, pero claro, eso no podía ser y lo pospusimos hasta el viernes y a tener la aprobación de la mamá de Libe. Lo de mi hija y su amiga es de expediente equis. Se conocen desde que las dos tenían un año, en la guardería y su relación es realmente para alucinar. Yo no he visto una relación de amistad así entre niños nunca. Mencía por supuesto ni de lejos tiene ninguna amiga tan íntima, se limita a jugar con unos y con otros y ya está. Pero es que estas dos son amigas en un sentido casi adulto de la palabra. Discuten muchísimo, se arreglan trescientas veces, se odian, se aman y no pueden estar la una sin la otra. Tienen tanta confianza la una con la otra que a veces me da la sensación de que tienen casi relación de hermanas más que de amigas. No se cortan un pelo a la hora de decirse nada, pero luego todo se lo perdonan, se achuchan, se quieren… Y sobre todo, es que saben que su amiga está ahí para lo que necesite. Son totalmente incondicionales.
Así que claro, yo encantada de que Libe viniera a dormir a casa. Además, es curioso porque mi hija da más mal estando sola (como dice mi madre, necesita público), que cuando vienen sus amigas a casa. Se ponen a jugar… y no hay niñas. Se hincharon a jugar, pintaron una casita de cartón que compramos y a la hora de dormir se metieron en la cama y en dos minutos estaban las dos roncando.
A la que le costó más dormirse fue a Cosa 2 (A.K.A. Mencía) que llevaba una marcha palillera en el cuerpo de asustar. Ella también estaba encantada de tener visitas en casa y se lo pasó bomba. Nos montó un par porque aunque ella no lo sabía, estaba agotada. ¿Les pasa también a los vuestros, que de tan cansados que están se ponen como motos? Mencía se empeñó en beber agua en el biberón y le dije que no, básicamente porque jamás la ha tomado y no tenemos ninguna necesidad de ir por ese camino. ¡Para qué quieres más! ¡Show al canto! Y luego la segunda fue cuando decidió montarse una acampada del 15 M en medio del dormitorio de su hermana. En vez de dormir en su cama (que está a ras de suelo) quería dormir literalmente en el suelo. No sé exactamente sus reivindicaciones cuáles eran, pero utilicé el chantaje (sí ¡mala madre!) y le dije que si no venía a la cama que no había cuento. Y oye, mano de santo.
En fin, que ha sido un fin de semana este pasado muy bonito 🙂 ¡Estamos deseando repetir!
5 respuestas a «¡Fiesta de pijamas!»
¡Qué guapas, felices y contentas están tus pequeñajas! Y sí a Laura a veces le pasa lo que comentas de Mencía, cuando está muy agotada se empieza a poner potrosa y cuesta que se duerma…
Una que se yo también está deseando repetir la experiencia!!!,la verdad es que estas dos tienen una amistad preciosa!!!, espero que les dure para siempre!!!, muchas gracias Sara, eres genial!!!!!!!!!!…..
¡Qué guapas! Y se nota que lo están pasando genial. ¡Me encantan las fiestas-pijama!
Que bien se lo están pasando , mira que disfrutan las peques en las fiestas de pijama!! tengo una niña a la que le entusiasma hacer fiestas de pijamas con sus amigas.
Aaaains esos mini chantajes 🙂 pero sí que funcionan, sí :). En nuestro caso también es la peque la que duerme a ras de suelo.