Con el cole de mi hija habitualmente celebramos los cumpleaños de los niños de la clase por trimestres. Es una buena idea (y que igual os sirve como inspiración para hacer lo mismo con vuestros peques). Al final resulta que los cumples se multiplican, el qué regalar comienza a ser un problema y hay niños que se sienten excluidos. Así que unas madres pensaron (y nosotros hemos «heredado» la idea) que lo mejor sería simplificar. Cada trimestre celebramos los cumples de los niños de esos meses en un parque de bolas. Está invitada toda la clase y, aunque es el día especial de algunos de los niños (a los que disfrazan y pintan con más detalle, soplan las velas etc), en el fondo no deja de ser una excusa para juntarnos todos. Cada madre paga lo de su hijo (y si quiere llevar a los hermanos pequeños o mayores, pues eso también) y en vez de rompernos los cascos para ponernos todos de acuerdo y hacer un regalo individual o en grupo, las madres (diría padres, pero sólo, en los dos años que lo hemos hecho ha venido uno, y una vez) de los cumpleañeros compramos un regalo a nuestros propios hijos. Nos gastamos 10 euros por barba, y les compramos a todos lo mismo. Así que el asunto de los cumpleaños queda saldado por unos 43 euros todo el año: las tres veces que van al parque de bolas (11 euros por vez) + 10 del regalo = 43 euros. Nadie se siente excluido, todos tienen lo mismo y todos tienen un cumpleaños especial. Así que todos tan contentos. ¡Y las familias más porque es una cosa razonable!
Lo que menos me gusta con diferencia es que, aunque los niños disfrutan como los enanos que son, los parques de bolas son unos sitios terribles para los padres. Hace un calor de la muerte, el ruido es insoportable y aunque la compañía es grata (los padres del resto de los niños son realmente majos) al final todos los adultos nos queremos morir. Y a veces no en sentido figurado. No sé porqué, pero esos sitios incitan a los niños a volverse más asilvestrados aún, a correr, a gritar, a saltar, que también tiene su punto, lo que pasa que a veces te gustaría poder hacer otras cosas
Por eso creo que mataría si en mi ciudad hubiese un sitio como Purple Dragon, un sitio idílico en Londres que he descubierto a través de Bambino Goodies. Ya por las fotos podéis ver que es un sitio para morirse de chulo y que entre las cosas que tiene está lo siguiente, a saber:
- Una cabina con disfraces de superhéroes
- Área de juegos blandita
- Una mecedora gigante
- Un escondite imitando un volcán con un dinosaurio en la puerta
- Juguetes de madera
- Una sala de música con un piano morado y un montón de instrumentos musicales para crear sus propias canciones
- Un avión al que pueden subirse
- Un scalextric gigante
- Zona para cocinar
- Área tecnológica

