A mí realmente si me dan a elegir entre ponerles a mis hijas un chándal y un vestido de estos rococós creo que me decidiría por el vestido. No me gustan (en absoluto), pero creo que los chándals me gustan todavía menos. En fin. O lo que es lo mismo, que en mi fuero interno a mí me gusta mucho más ver a mis hijas arregladas que vestidas de trapillo. Lo que pasa es que el concepto «vestida» y «arreglada» es un concepto más sobrio que el de otros sitios. ¡Recordad! ¡Soy aragonesa!
El concepto «arreglado» que me gusta a mí es este, de Tartine et Chocolat.
Me gustan muchísimo estos vestidos de niña tan sobrios y sencillos, sin apenas adornos. Siluetas ultrafemeninas, con una bonita mezcla entre azul marino y marrón, con muchas capas superpuestas, leotardos de canalé y merceditas o botas. Es lo que me gusta a mí, con lo que yo me siento cómoda. Con las niñas suelo innovar más, pero es exactamente así como me gusta vestir a mí.
Los looks de niño también me gustan mucho. Si bien soportaría a una niña vestida rococó, lo siento, pero los niños vestidos de «pocholo» a mí me dan urticaria. No me gustan nada, nada, nada. Y así están arreglados pero no exagerados.
Me encantan las faldas de volantes para las niñas y estos tonos creo que son favorecedores. El rosa empolvado con marrón hace que sea un poco menos cursi la cosa que el rosa a secas, del que ya sabéis que no soy muy fan.
En definitiva, un estilo que me gusta, aunque esto es como todo, no para todos los días…