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Así fue mi viaje de novios

… o como acabé recorriéndome Francia con un cd de la Trinca como (casi) única banda sonora.

Quizás será porque ahora trabajo con música, o porque hace unas semanas celebré los nueve años de casada, o porque Raquel de Petit On estuvo este verano en los castillos del Loira. No sé porqué, pero últimamente me vienen a la cabeza imágenes de mi viaje de novios constantemente, y siempre me sacan una sonrisa.

Me casé en 2005, cuando teníamos móvil pero nos aterraba utilizarlo en el extranjero por las clavadas de la itinerancia. Por supuesto, no teníamos internet en el teléfono tampoco, ni conocía Facebook, Twitter, ni ninguna red social.

Chenonceau. Valle del Loira. Mi viaje de novios
Foto. Castillo de Chenonceau vía Shutterstock

Habíamos decidido irnos a Francia de viaje de novios. Yo había viajado por Europa algo, pero mi marido apenas había salido del país hasta que me conoció así que quería irse cerca. Yo me hubiese ido a Nueva York más feliz que Ortiz, pero le dije “vale, pero si nos vamos aquí al lado, iremos en un plan en el que no hayamos ido nunca”. Realmente mi primerísima opción (hacer un viaje en el Orient Express) la habíamos abandonado con mucho dolor de mi corazón porque suponía vivir sin un riñón el resto de nuestra vida, así que me saqué la espinita planeando el viaje de mi vida.

Nos fuimos a Francia, al valle del Loira, a Bretaña y Normandía en un viaje de novios de quince días maravilloso. Había seleccionado con la precisión de un cirujano los hoteles en los que íbamos a alojarnos, la mayoría pequeños castillos en medio de ninguna parte. No he estado en hoteles así nunca. En muchos de ellos tenías armaduras en medio del pasillo y todo. Una de las cosas que más me flipaban era que por la noche subían a abrirte la cama y te dejaban un bombón en la almohada. ¡No veáis lo pueblerina que me sentía!

Comimos como si no hubiese un mañana, como si el mundo se fuese a acabar, como si estuviese a punto de tener lugar una hecatombe nuclear. Me partía de risa porque en los sitios chupiguays a los que íbamos siempre en el postre traían el carrito de los quesos. Costumbre que estaría bien que se pusiera de moda en España. Era una risa porque le decías al maestro quesero (toda una profesión, en Francia para mí que los tontos van para ingenieros y los que quieren hacer carrera se meten a especialistas en quesos…) los que querías y te decía exactamente en qué orden comerlos.

Yo no hablo ni una palabra de francés pero recuerdo haber elegido la comida al azar y decir hoy me siento osada, que sea lo que dios quiera…

Fuimos en tren hasta Blois y alquilamos un coche para los quince días que estuvimos. Teníamos más o menos pensado qué ver, pero cada mañana, según tuviéramos el humor decidíamos el planning de la jornada. Y si a mitad de camino cambiábamos de idea o acabábamos pronto, pues nos íbamos a otro sitio y tan felices. Creo que no he hecho un viaje en que me sintiera tan libre nunca.

Pero una de las cosas de las que más me acuerdo del viaje fue que, en el último minuto, antes de salir de casa pensé que tal vez el coche llevase cd así que cogí cuatro cds completamente al azar. Uno de ellos, Alivio de luto, de Joaquín Sabina, que acababa de salir y ni siquiera lo había escuchado. Otro, de Michael Bublé. Ambos dos mala elección. Muy mala. Mira que soy de Sabina, pero el disco era deprimente, y el de Bublé aburría a las vacas. Así que de mis cuatro discos nos quedamos con dos. Uno que era una mezcla con cosas variadas, muy Kiss FM y el último … un recopilatorio de canciones de la Trinca. Así de surrealista era la cosa.

Imaginaos quince días y más de 1.000 km SÓLO con esos dos cds. Imaginareis que los oímos unas cuantas veces. La verdad es que sólo de pensarlo me río porque cruzarte Francia escuchando (y cantando, a grito pelado) la guerra verdulera es cuando menos peculiar.

Yo recordaba la Trinca de los años 80, pero claro, muy de refilón. Pero oye, que nos lo pasamos como los enanos. Algunas de las canciones estaban ya muy pasadas (sobre todo las más políticas), pero había muchas que seguían teniendo gracia. A veces políticamente incorrectas, es verdad. Pero era lo único que teníamos. En youtube he encontrado alguno de los vídeos y no tienen desperdicio…

Con esta última nos reíamos especialmente: «tú las tienes en el bote porque hueles a machote que es su aroma preferido… ¡¡¡rugido!!!»

Os daría algún consejo por si os vais de vacaciones en un coche en el que vais a hacer muchos kilómetros en un país que no es el vuestro, pero está claro que no soy la persona más indicada para ello. Salvo que os guste la música de un grupo del que todo el mundo se acuerda porque ahora se están forrando con su productora de televisión. O porque uno era el marido de la Sardá. Cosas que pasan.

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

6 respuestas a «Así fue mi viaje de novios»

Me ha gustado la elección del sitio del viaje, en nuestro caso queríamos relax y estar en la playa sin hacer nada, aunque yo hubiera ido a NY, pero ese viaje queda pendiente.

El tema de la musica es delicado jeje, recuerdo un viaje en coche con una amiga, no llevamos música, y el primer casette que encontramos en una gasolinera, lo compramos… sabes de quien era? de Marisol!!, nos aprendimos las canciones y fuimos las reinas del karaoke ese verano

😛

http://menos1000ymas30.blogspot.com.es/

Qué heavy esa música. Nosotros cuando vamos en coche siempre acabamos oyendo la radio, porque yo soy muy obsesiva con la música, oigo canciones en bucle, y si llevo mis cds, siempre hay bucles, y mi marido se pone al borde del divorcio, ja, ja

Jajaja, lo que me he reído. Muy buena elección la del viaje, nosotros tenemos pendiente una escapada a los castillos del Loira (al Oriental expresa también, jaja, cuando me demuestren que se vive igual de bien sin riñón). Me has recordado a un fin de semana que pasamos por el Pirineo navarro y nos dejamos en casa el estuche de los Cds, sabes cuál era el único que había en el coche? Un recopilatorio de la Orquesta Mondragón, lo bien que nos lo pasamos cantando a grito pelado por las carreteruchas de montaña «ellos las prefieren muy muy gordas…

Para compensar lo de la música de tu viaje, recuerda que tus amigas hicimos un viaje de Lérida a Zaragoza con tu superselección de CDs (ni mp3 ni IPod, qué viejas somos) y fantaseamos con la posibilidad de irnos hasta Cádiz sólo para poder oírlos todos.

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