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Maternidad

Conversaciones con mis hijas

Yo soy una madre bastante relajada, he de decir. Nunca he vivido demasiado agobiada por nada, ni estoy permanentemente sufriendo. Tengo bastante confianza en mis hijas y les dejo hacer muchas cosas que otras madres sé positivamente que no dejan hacer a sus retoños. Nunca he tenido problemas en que duerman en casa de nadie, no las acompaño hasta la misma puerta del colegio sino que las dejo prácticamente al lado en un espacio ya sin coches y cosas así. Me fío de ellas. Y siempre que el peligro sea residual (todo tiene peligro potencial, todo es factible de irse al carajo) las dejo hacer cosas.

fuera de juego

Pero sí que soy una madre obsesiva de la información. Quizás es por esto que cuando conté mis historias de lactancia hace años  os conté que una de las cosas que más me repatean en esta vida es que las lactancias fallan por «falta de información». Es algo que me indigna del todo. Yo cuando me adentro en un mundo que desconozco muevo cielo y tierra para informarme, para saber por dónde tirar, para aprender lo que necesito. Siempre he sido un poco un ratón de biblioteca y pienso que el que busca, encuentra. El problema es que no siempre buscamos. A mí más que la falta de información me toca las narices la falta de FORMACIÓN de algunos de los profesionales de la salud que se quedaron con cosas aprendidas treinta años atrás y no se molestaron en renovarse. Esa sí que me parece sangrante. Pero no nos desviemos del tema, que no quería yo hablar aquí de lactancias.

Ser madre te cambia los esquemas desde el minuto uno y te lleva por sitios desconocidos para ti. Pero sí que creo que es importante leer, saber, conocer. Como la maternidad es obviamente un tema que me interesa, llevo años leyendo y pensando en cómo afrontar ciertas cosas. No de manera consciente, evidentemente. No es que un día te sientes y pienses en cómo vas a afrontar un tema concreto. Es más bien que durante un tiempo te vas formando tu opinión sobre las cosas y cuando llega el momento pues actúas en consecuencia.

El otro día mi hija mayor me preguntó sorprendida qué problema había con la homosexualidad. Y yo lo tengo claro, problema ninguno. Ella por supuesto ha visto amigos míos homosexuales juntos y como nunca le hemos dado absolutamente ninguna relevancia (no se habla de ellos ni más, ni diferente respecto a otras parejas heterosexuales) pues ella no alcanzaba a ver dónde estaba la diferencia para algunos. Por un lado me hizo ilusión el que a ella le sorprendiera no que hubiera parejas homosexuales, sino que a alguien le pareciera mal. Me gustó poderle decir explícitamente que me importaba un rábano si de mayor se enamora de un hombre o una mujer, que yo lo que quiero es que sea feliz y que para mí el amor es amor, venga de donde venga.

Por otro me doy cuenta de que estas conversaciones más adultas, de temas con un poco de enjundia van a empezar a estar presentes día sí y día también. Mis hijas están creciendo: Aldara tiene 9 años y Mencía 6, aunque la pequeña es más aficionada a hacer preguntas comprometidas desde siempre y se va a apuntar a la moda de preguntarlo todo. Yo me siento feliz porque creo que he creado un entorno en el que ellas se sienten cómodas para poder preguntar, pero a mí hay temas que me hacen tener sudores fríos porque simplemente no sé cómo abordarlos. Pero estoy segura de que todo pasará. Algún día soltarán alguna pregunta a bocajarro y habrá que contestar. Porque creo que es importante que los niños sepan que estamos ahí para todo.

Eso sí, por turnos. Sólo una pregunta complicada al día. Después de la homosexualidad, Mencía me preguntó por la muerte digna y ahí sí que resoplé. Menos mal que preguntó muy al aire y le daba bastante igual la respuesta. En cuando empecé a soltarle el rollo se marchó y yo suspiré, sabiendo que este sólo ha sido el primer asalto.

Por Walewska

Madre de dos niñas. Gafapastas. Cuqui de barrio. Me gusta tomarme la vida con humor. Cuando tengo un rato libre me abro un blog. Escribí Relaxing Mum of café con leche. Me gusta andar descalza, creo que los postres sin chocolate no son postres y soy compulsiva en todo lo que hago.

5 respuestas a «Conversaciones con mis hijas»

Pues tal y como lo cuentas, a mí me parece que esa confianza es justo la que todas querríamos tener con nuestros hijos. Y siempre he dicho que no quiero ser la mejor amiga de los míos, pero sí la persona a la que acudan con dudas existenciales y problemas de verdad. Mi bichilla es que de momento sólo pregunta ¿Pocoyó, dónde estás? y el resto parece que lo tiene resuelto.

Yo estoy en la situación de Lucía. Mario como mucho pregunta: ¿none tá Tatui? (McQueen, el de Cars). Eso es lo más complicado. Tengo ganas de tener conversaciones «adultas», y espero estar a la altura. Pero sin prisa; que dure mucho la infancia 🙂

Genial el post, ah, y me encanta vuestra forma de ver la homosexualidad. O la heterosexualidad. Ambas opciones son normales y deberían parecernos igual de bien.

Genial. Yo también creo que se les ha de responder a todo y hacerlo de manera que sea entendible para su edad.
Mi peque de 4 años ya ha vivido dos muertes cercanas. Una de su tio, tenia 2 añitos y más que preguntas le fui explicando todo lo que pasaba. La segunda este verano. Su bisabuela, a la que visitaba cada día. Aquí si que preguntó mucho, muchísimo e incluso hizo deducciones para mí sorprendentes de la muerte incluso de los papis. Y también lo relacionó con la muerte del tio, y eso que fue hace 2 años y él era «un microbio»! Muchos me criticaron por ello pero me importa un pito. Yo creo que hay que explicar y que no puede haber tabús. Después de una semana de preguntas y más preguntas lloró y me dijo que echaba de menos a la abuela María (la llama así) y me pidió una foto para verla cuando quisiera. Increible verdad?

¡Me encantan tus hijas y es que se parecen tanto a las mías!
En mi caso, las dos son preguntonas aunque la mayor más.
El otro día estuvimos hablando de úteros, partos y bebés. De la suerte que tenemos por ser mujeres y poder crear vida en nuestro interior (y alimentar a nuestros retoños con nuestro cuerpo), algo que los hombres no pueden hacer.
Y la conversación dio un giro radical y terminamos hablando de racismo, porque mis hijas tampoco entendían dónde estaba el problema (igual que en tu caso, como nosotros no le damos importancia, ellas tampoco).
¡menudas conversaciones tenemos con nuestras niñas! eh?

Pues me ocurre parecido. Yo reconozco que lo que menos bien llevo de momento es el tema muerte, sobre todo de uno de nosotros. Me entra de todo cuando hacen referencia a ello, aunque intento hablarles con toral normalidad y quitando hierro al asunto.
Un beso Sara

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