Adoro mayo, de toda la vida. Será porque es el mes de mi cumpleaños, porque generalmente suele comenzar a hacer buen tiempo (aunque ya veis las fechas que llevamos y el tiempo sigue loco) o porque me gusta sin más, el caso es que es un mes que me encanta. También os digo: de unos años a esta parte le he ido cogiendo un poco más de manía porque sinceramente ¡¡¡llego a gatas!!!
En mayo parece que vaya a suceder el apocalipsis: todo comienza a terminarse. Es como si no hubiera más meses en el año.
Es en este momento del año en el que te arrepientes de haber apuntado a tu criatura a todas las actividades extraescolares del mundo porque amiguitos, llega el fin de curso y las exhibiciones varias.
Al principio tú lo coges con ganas y vas a la función de ballet con ilusión de ver a tu niña, la carne de tu carne, en mallas perpetrando realizando su baile. Avisas a toda la parentela y te presentas ahí como si aquello fuera una boda gitana, dejas caer una lagrimita y te despellejas las manos aplaudiendo.

La siguiente función la de ¿violín? ya suscita un poco menos de entusiasmo entre tus familiares y comienza a reducirse el número de asistentes para ver a tu criatura haciendo monadas. Comienzas a percibir que para ver a tu bombón actuando tienes que tragarte horas y horas de otros niños a los que ni siquiera conoces previamente. Pero todavía es llevadera la cosa.

A la quinta función te sientes morir. Lentamente. Que los niños no tienen la culpa pero ¡Jesús! ¡es que son todas en las mismas fechas!

Y eso cuando son pequeños. Cuanto más mayores se hacen los niños creedme, más rápido desaparece el entusiasmo por verlos actuar. Yo este año he hecho lo impensable ¡no ir a alguno de los campeonatos de gimnasia rítmica! ¡Pero es que ha tenido uno cada semana! ¡Ya no me da la vida! Lo mejor es que mi hija ya directamente me decía «mira, mamá, no vengas» ¡que viva la comprensión filial!
Pero lo peor del final de curso es que estamos todos agotados. Tantos meses corriendo, tantos madrugones nos pillan a todos muertos matados. Ríete tú de los Walking dead.

El cansancio en general nos pone a todos de malhumor. Si yo no soy la persona con más paciencia del mundo así en general no os quiero ni contar cuando estoy que me arrastro. MUERDO. Así que estoy para pocas chorradas.
MIS HIJAS:
así, discutiendo por todo, peleándose por las cosas más chorronas, inaguantables.
YO:
Que es la manera fina de mandarlas por donde amargan los pepinos.
Y es que ya nos huele el culo a playa como dice una amiga y tú no haces más que visionarte tomando mojitos en el Caribe (aunque tu realidad probablemente esté más cercana de Salou o de la piscina del barrio).
¿Por qué es el fin de curso tan eterno? ¿Por qué tenemos tantas cosas que hacer cuando estamos tan cansados? ¿POR QUÉ?
Yo sinceramente sólo aspiro a sobrevivir ¿y vosotros?
Imagen destacada: Shutterstock