Las enfermedades de la piel es algo que me sensibilizan mucho. Hace muchos años me diagnosticaron psoriasis a mí, aunque posteriormente otro médico me cambió el diagnóstico a urticaria mezclada con dermatitis atópica. Vamos, que tengo la piel hecha polvo, básicamente. Pero a raíz de aquel diagnóstico la psoriasis es algo que me ha interesado mucho. Recientemente el hospital Costa del Sol en colaboración con Acción Psoriasis y Lilly organizaron una jornada sobre psoriasis para sensibilizar y concienciar sobre esta enfermedad autoinmune.

¿Qué es la psoriasis?
La psoriasis es una patología crónica no contagiosa, que afecta en torno a 1.080.0000 personas. Las personas que la padecen sufren brotes en los que aparecen manchas rojas con escamas blanquecinas, especialmente en cuero cabelludo, codos y rodillas. Estas manchas pican mucho y producen quemazón.
Todo esto repercute en la calidad de vida de los pacientes, tanto en el bienestar físico como en el emocional y puede impedirles desarrollar una vida normal. El estrés suele provocar o acentuar los brotes.
Una enfermedad 360º
La psoriasis es una enfermedad crónica sistémica muy compleja porque no sólo afecta a la piel sino a otros órganos. Lo peor es que no hay un tratamiento definitivo.
Está presente en un 2% de la población y atención, tiene un componente hereditario además de factores ambientales. Una vez que se desencadena la enfermedad, se produce un proceso inflamatorio sistémico interno cuyo conocimiento ha cambiado el concepto de concebir esta patología. Aproximadamente un 30% de los pacientes que la padecen tienen una afectación articular en forma de artritis psoriásica que es muy limitante y también pueden padecer un trastorno metabólico que puede dar lugar a otros problemas de salud como la obesidad, la hipertensión, la diabetes mellitus, el hígado graso, etc. Todo esto hace que haya un impacto importante en la salud y en la calidad de vida de los pacientes que puede ser limitada o severa.
¿Qué podemos hacer?
Esta es una enfermedad 360º y es importante tener mecanismos para afrontarla y tener mejor calidad de vida. Técnicas como el mindfulness o cuidados específicos de la alimentación pueden ayudar a los pacientes. Con ellas se puede encontrar un equilibrio emocional que mejora la piel y los otros efectos sobre el organismo que provoca esta enfermedad. Hay estudios de investigación y bastantes evidencias científicas que así lo confirman
Para el Dr. Pablo García este tipo de actividades son buenas porque consiguen reducir el número de brotes amén de mejorar su bienestar psicológico. Este dermatólogo ha destacado “como expertos, además de manejar su enfermedad desde el punto de vista clínico, es fundamental que ayudemos a estos pacientes a comprender mejor la patología y les ofrezcamos una serie de consejos que les permitan mejorar determinados aspectos de su enfermedad, en el plano físico como emocional.”